Nota: Este es un estudio bíblico, así que si puedes tomarte el tiempo de buscar cada uno de los pasajes cuando surgen en el texto te ayudará a apreciar mucho más lo que se está hablando aquí. El primero ya está citado para ti.

Jesucristo, el hijo perfecto de Dios, pasó tres años y medio predicando públicamente y mostrando la verdad perfecta, la fe perfecta y el amor perfecto. El resultado fue que su vida y enseñanzas avergonzaron y enojaron tanto a los líderes religiosos de esos tiempos, que lo torturaron a muerte en una cruz.

Pablo escribió a los Filipenses (Filipenses 2:5-8), “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.”

Te darás cuenta en este pasaje que Pablo nos dice que tengamos la misma actitud (o mentalidad) que Jesús. Jesús llamó repetidamente a sus seguidores a tomar sus propias cruces para seguirlo (Mateo 10:38-39). Esto frecuentemente ha significado literalmente morir por Cristo, o por otros, como mártires (Juan 15:12-13). Pero también es una actitud que debemos mantener diariamente (Lucas 9:23). Jesús murió literalmente en un solo día; pero todos los días, desde el comienzo de su ministerio, Él figurativamente llevaba una cruz. Él sabía que todo lo que estaba haciendo y diciendo lo estaba llevando eventualmente a su martirio (Mateo 20:17-19), y quiere que sepamos esto también (Juan 15:19-20).

¿Por qué la cruz (o la actitud que esta representa) enoja tanto a la gente? La respuesta es porque el mundo está controlado por el diablo (Juan 14:30). El diablo se enoja bastante cuando sus mentiras sutiles son expuestas. Y en la medida que estamos controlados por el diablo, nosotros también nos enojaremos cuando escuchemos la verdad (Juan 8:43-45).

Jesús reconoció a los líderes políticos y religiosos, pero Él no los necesitaba, siempre y cuando siguiera a Dios (Mateo 23:1-3). Ni tampoco les temía (Juan 19:10-11). Jesús era, por esta actitud en particular, una amenaza mayor a los gobiernos religiosos y seculares que todos los ejércitos de sus enemigos. Cuando conoces a Dios personalmente, todos los sistemas del hombre, ya sea religiosos, políticos o económicos, pierden su poder sobre ti  (Efesios 6:12, 2 Corintios 10:4-5).

Las religiones dividen a las personas en base a rituales y sacramentos (“ordenanzas”), pero la "cruz" reconcilia a todos los sinceros buscadores de la verdad (Efesios 2:13-18). Pablo nos dice que todos los sacramentos externos fueron clavados en la cruz (Colosenses 2:13-16). Mientras la religión llama a todos los que están fuera de sus ordenanzas “malvados”, la cruz une a las verdaderas personas de Dios basándose únicamente en su sinceridad. La religión nos dice que éramos paganos malvados, pero la cruz nos dice que somos irreprensibles y sin mancha (Colosenses 1:21-22). ¡No es de extrañarse que este mensaje ofenda a los religiosos! Cuando empezamos a predicar sobre la cruz,  dejamos de predicar religión (Galatas 5:11). Pero si nos alejamos de una relación personal con Dios, caeremos en crear una religión (Galatas 6:12-16).

La supuesta iglesia “Cristiana” ha hecho con el bautismo lo mismo que hicieron los judíos con la circuncisión. Ellos han contradicho la cruz de Cristo al hacer del bautismo el criterio para juzgar la fe, amor y sinceridad de una persona (1 Corintios 1:17-18). Cuando rechazamos las maneras religiosas de justificar a las personas, empezamos a darle a Dios la gloria que se merece como la única manera y esperanza de salvación de la humanidad.

¡Al diablo con todas las diabólicas doctrinas de “cobertura” de la iglesia apóstata de hoy! Nuestra única cobertura viene de la cruz de Cristo (Filipenses 3:18-19). Los enemigos de la cruz recurren a experiencias emocionales (sus “vientres”) cuando sus rituales son amenazados, porque no están dispuestos a obedecer a Jesús. No sienten vergüenza por su pecaminosidad y desobediencia, porque sólo les importa u obedecen al príncipe de este mundo. Pero para Jesús, cuya vida entera era una de obediencia a Dios, su dolor más grande fue causado por el hecho que en la cruz, se convirtió en aquella misma cosa que más odiaba; se convirtió en pecado…por nosotros (Hebreos 12:2-3).

Así que mientras la iglesia apóstata usa la cruz como una justificación para su desobediencia, veámosla nosotros como el símbolo definitivo de obediencia.  Y que esa misma mentalidad (o actitud) mora en nosotros, la de ser obedientes hasta la muerte.


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