El Mensaje

El Mensaje - Las Palabras Radicales de Jesús



262. Yo conozco sus obras y sé que ustedes no son ni fríos ni calientes. ¡Preferiría que sean de un lado o del otro! Pero si ustedes insisten en ser tibios y no quieren ser ni fríos ni calientes, los voy a vomitar de mi boca.

263. Porque ustedes piensan que son ricos, que han acumulado cosas de valor y que no tienen necesidad de ninguna cosa. Pero no se dan cuenta que son miserables, desgraciados, pobres y ciegos, y que se les puede ver su desnudez.

264. Por eso, yo les aconsejo que compren de mí el oro puro que es refinado en el fuego para que puedan ser ricos de verdad, y que consigan vestiduras blancas con cual vestirse para que ya no se descubra más su desnudez vergonzosa. De esa manera, les sanaré los ojos para que puedan ver con claridad.

265. Porque nadie puede trabajar para dos jefes opuestos, ya que amará a uno y odiará al otro, o será fiel a uno y hará trampa con el otro. Tienes que elegir entre trabajar para Dios y trabajar por las cosas materiales. No puedes trabajar para los dos. Además, está escrito: «Adorarás al Señor tu Dios y solo a Él servirás».

266. Por eso, te digo que no te preocupes por lo que tendrás que comer o con qué te vestirás. ¿Qué es más fácil: crear la vida o alimentarla? ¿Y qué le resultaría menos complicado a Dios: diseñar el cuerpo humano o proveerle ropa?

267. Mira las aves del cielo, ¡ellas no vuelan preocupadas! No trabajan para sustentarse ni guardan para el futuro, sino que tu Padre Celestial las alimenta.

268. ¿No se venden cinco gorriones pequeños por unas monedas? A pesar de esto, ni uno de ellos puede caer a tierra sin que tu Padre Celestial lo sepa. Así que, no tengas miedo. Vales mucho más que las aves. Aun los cabellos de tu cabeza han sido contados. ¿O no crees que eres de mucho más valor ante los ojos de Dios que las aves que Él cuida?

269. ¿Quién de ustedes puede, a través del ejercicio mental, añadir unos centímetros a su estatura? Si no puedes hacer lo mínimo, ¿por qué te preocupas por cosas como la ropa?

270. Mira las flores silvestres en el campo. Ellas crecen naturalmente, sin esfuerzo. No trabajan ni fabrican ropa. Sin embargo, ni siquiera el rey más rico en la historia, en toda su pompa y gloria, se vistió tan hermosamente como una de estas flores.

271. Ahora, si Dios cuida de eso que crece como pasto silvestre, que hoy existe y mañana se usa para el fuego, ¿no cuidará Él mucho más de ti? ¿Cómo es que confías tan poco en Dios?

272. Tampoco te preocupes por el día de mañana, porque el día de mañana traerá sus propios desafíos. Verdaderamente, cada día ya trae sus propias cosas con qué tratar, sin tener que estar ansioso por el futuro.

273. Por lo tanto, deja de preocuparte preguntándote: «¿Pero qué comeré? ¿Y qué beberé? ¿Tendré suficiente para vestirme?». De esa manera piensa toda la gente del mundo porque es incrédula. Pero tú entiende que tu Padre Celestial ya sabe que necesitas todas estas cosas y aún más. Por eso, te digo: ocúpate del Reino de Dios y su justicia como tu primera prioridad y verás que Dios proveerá todo lo que necesites.

274. Se dice que hay que esperar unos meses antes de cosechar. ¡Yo les digo que alcen los ojos y vean que la cosecha ya está lista! Hay una gran cosecha frente a ustedes, pero son pocos los que quieren trabajar en ella. Oren al Señor de la cosecha para que Él envíe más labradores a recogerla.

275. El que no está conmigo, está en contra de mí; y el que no recoge conmigo, desparrama. Pero el que trabaja conmigo y cosecha, recibe salario y recoge fruto para vida eterna.

276. Es parecido a cuando un propietario salió temprano una mañana a emplear trabajadores para su viñedo. Encontrando hombres diestros, acordó con ellos pagarles una moneda de plata por el día. Luego, los envió a su viñedo.

277. Más tarde esa mañana, cerca de las nueve, volvió al pueblo, y viendo en el mercado a un grupo de hombres desocupados les dijo: «Vayan a trabajar a mi viñedo y les pagaré algo justo».

278. Al mediodía, el propietario volvió al pueblo, y otra vez a las tres de la tarde; y en cada ocasión, reclutó a los desempleados para trabajar en su viñedo. Luego, cerca de las cinco de la tarde, volvió una vez más al pueblo. Allí encontró unos cuantos hombres que aún estaban desempleados. Les preguntó: «¿Por qué están ustedes aquí parados todo el día sin trabajar?». Ellos le contestaron: «Porque nadie nos ha contratado». Les dijo: «Vayan ustedes también a trabajar en mi viñedo y les daré lo que es justo».

279. Cuando cayó la tarde, el propietario dijo al mayordomo: «Llama a los trabajadores y dales su salario, empezando por los últimos hasta los primeros que contraté hoy».

280. los que habían sido reclutados temprano en la mañana se imaginaron que recibirían mucho más. Sin embargo, cuando cobraron, también recibieron una moneda de plata.

281. Inmediatamente, se quejaron al propietario diciendo: «Estos que fueron empleados al atardecer ni siquiera trabajaron una hora y usted les ha pagado a ellos el mismo salario. ¡Nosotros hemos hecho casi todo el trabajo durante las horas más calurosas del día!».

282. El propietario les contestó: «Amigos, no les he hecho nada malo. ¿No acordamos un salario de una moneda de plata? Así que, tomen lo que es suyo y sigan su camino. Yo he decidido pagar a los que contraté al final del día el mismo salario que a ustedes. ¿No tengo yo el derecho de hacer lo que me plazca con mi dinero? ¿Están llenos de envidia sus ojos porque ven que he sido generoso y bueno?».

283. Pero les digo que el que siembra comparte su alegría con el que cosecha. Porque esto es verdad: uno siembra y otro siega. Yo los envío a ustedes a cosechar lo que ustedes no habían sembrado. Otros hicieron el trabajo duro de preparar la cosecha y ahora ustedes disfrutan del labor de ellos.

284. Recuerden que algunos que son primeros ahora serán últimos después, y algunos que son últimos ahora serán primeros después. Porque Dios llama a muchas personas, pero de las que llama pocas terminan siendo elegidas.

285. Había una vez un noble que se preparaba para salir a un país distante para ser coronado como rey. Antes de salir, llamó a sus siervos y les encargó la administración de sus bienes para que hicieran negocios con las cuentas hasta que él volviera.

286. A uno le dio cinco cuentas, a otro le dio dos cuentas menores y a un tercero le dio una cuenta pequeña. Le dio responsabilidades a cada uno conforme con sus habilidades. Luego, se fue de viaje.

287. Mientras tanto, los otros ciudadanos, que odiaban al noble, mandaron a un grupo de representantes para decirle que no aceptarían que él reinase sobre ellos.

288. Sin embargo, el siervo encargado de las cinco cuentas comenzó inmediatamente a comprar y a vender, y muy pronto duplicó las inversiones y obtuvo diez cuentas.

289. El segundo socio hizo lo mismo. Invirtió las dos cuentas que se le habían confiado y también fue capaz de duplicar su valor.

290. Pero el tercer socio tuvo miedo. Puso los registros de su cuenta en una caja fuerte y la enterró en el campo.

291. Muchos meses más tarde, volvió de su viaje el noble, ahora como rey. Inmediatamente, reunió a sus siervos para que le dieran cuenta de la administración de su dinero.

292. El primer siervo dijo que él había invertido las cinco cuentas y ahora tenía diez. A esto, el rey dijo: «Has hecho muy bien y has sido fiel. Ya que has sido responsable con estas cinco cuentas, pondré muchas más a tu cargo y cosas más importantes bajo tu responsabilidad. Puedes empezar hoy mismo a gozar de estos privilegios».

293. Luego llamó al segundo siervo, quien le dijo: «Pusiste dos cuentas a mi cargo, ahora tengo cuatro». Esto hizo que el rey dijera lo mismo que había dicho al primer siervo: «Bien hecho. Tú has sido fiel en administrar dos cuentas menores. Te pondré a cargo de muchas más. Ve a tu labor con alegría».

294. Después se llamó al tercer siervo, quien dijo: «Sé que eres un hombre duro y que colectas ganancias del esfuerzo de otros. Tuve miedo de que me harías lo mismo, así que puse el dinero en una caja y la enterré, y la tuve allí hasta tu regreso. Aquí te devuelvo lo que es tuyo».

295. A esto, el rey contestó: «Tú eres un siervo malvado. Sabías que soy duro y todavía no hiciste nada. ¡Por lo menos, podrías haber puesto el dinero en el banco para que otros lo usaran y ganara intereses! Tomaré tu cuenta y la daré al siervo que ganó diez».

296. Otros siervos del rey se asombraron y dijeron: «Señor, él ya tiene diez cuentas». Pero el rey contestó: «Al que utiliza bien lo que tiene, se le dará más; pero al que es irresponsable y no usa sus talentos para mí, aun lo poco que tiene se le quitará».

297. Con esto el rey mandó a sus siervos: «Expulsen del reino a este siervo inútil, a un lugar de sufrimiento y pesadumbre; y traigan a esas personas que se hicieron mis enemigos y no quisieron que yo reinase sobre ellas, y mátenlas aquí delante de mí».

Referencias:
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