Quedan pocos tabúes en la sociedad permisiva de hoy. Los adolescentes son educados en áreas del sexo que habrían sorprendido y avergonzado a muchas parejas casadas en décadas anteriores. Las fantasías se charlan abiertamente y las películas son cada vez más explícitas. El sexo antes del matrimonio es la norma. La homosexualidad, el sadomasoquismo, sexo en grupo, el intercambio de esposas - todo puede ser charlado libremente en la sociedad educada hoy en día. Se registra más preocupación por alguien que hace un juicio de valor en contra de tales prácticas que si alguien las practica.

 

Pero queda una área de privacidad y vergüenza, y ese es el tema de la masturbación. Por ejemplo salió en las noticias que en Australia, los bancos de esperma a menudo sufren de una escasez de donantes (pagados) simplemente porque el hombre australiano promedio es demasiado tímido para enfrentarse a una recepcionista con evidencia en su mano de que se masturbó.

 

A algunos hombres les resulta vergonzoso admitir a sí mismos que se masturban, y mucho menos hablar sobre tal práctica con sus amigos o incluso a sus médicos de cabecera. Paradójicamente, la masturbación es despreciada por los santurrones religiosos y los machos liberados por igual. Los santurrones lo ven como algo pecaminoso, y los machos lo ven como un signo de debilidad. Sin embargo, ambas partes lo practican.

 

Aquí está lo último en hipocresía sexual. Todos los argumentos utilizados contra el conservadurismo extremo y el doble estándar en todas las otras áreas de la práctica sexual han pasado por alto al ofensor número uno. Mientras que "masturbarse", se practica de manera casi universal, también se hace con vergüenza casi universal.

 

Es como la historia "La Ropa Nueva del Emperador". Todos apoyamos implícitamente la mentira de que ninguna persona respetable se tocaría "allá abajo" cuando lo que realmente necesitamos es que alguien diga la verdad y diga: "¡Oye, mira! ¡El emperador está jugando consigo mismo!"

 

Muchas personas lo han encontrado liberador el poder hablar abiertamente sobre sus fantasías, sobre sus preferencias sexuales y sobre otras prácticas que antes eran visto de mala manera. Pero ¿cuánto más liberador sería si las personas pudieran superar los dictados de sus necesidades biológicas cuando esos dictados interfieren con otros objetivos? Y eso es exactamente lo que representa la masturbación. Es la válvula de seguridad de la presión del deseo sexual. La masturbación nos ayuda evitar explotar de manera inaceptable o inapropiada.

 

Una vez hablé con franqueza sobre esta situación con un compañero ministro, en un esfuerzo por lograr que se diera cuenta del lado positivo de la masturbación. Finalmente me confió que en su juventud ("¡Antes de convertirme en cristiano, por supuesto!") había salido a una cita con una chica que respetaba mucho. Él no quería asustarla por estar demasiado adelantado, así que se detuvo en una estación de servicio y fue al baño para aliviarse en más de una manera. Y, por supuesto, funcionó.

 

Sin embargo, este mismo ministro todavía les sigue enseñando a los adolescentes de su congregación que son culpables de un gran pecado si se entregan a la masturbación. El adulterio, la pedofilia, el incesto, la violación, la homosexualidad, la bestialidad... todas estas prácticas parecen ser más toleradas y excusadas por una iglesia que se niega a decir la verdad liberadora sobre la masturbación.  ¡Y la verdad es que en ningún lugar en la Biblia se condena la masturbación! 

 

La razón tradicional dada para condenar la masturbación dentro de las iglesias es que Jesús enseñó que es tan malo "mirar a una mujer para codiciarla" como lo es realmente cometer adulterio con ella. En otras palabras, la motivación de querer cometer adulterio es tan malo como la acción. Así que se desarrolló una enseñanza según la cual pensar sobre el sexo (lo que obviamente ocurre durante la masturbación) es malo, independientemente o no de si alguna vez practicarías lo que estás pensando.

 

Algunos hombres noblemente intentaron suprimir todos los pensamientos sobre el sexo, solo para descubrir que reaparecieron, a menudo en formas más extrañas que cuando primero los empujaron bajo tierra. En los países árabes donde las mujeres están cubiertas de la cabeza a los pies, por ejemplo, los delitos sexuales todavía ocurren (y a menudo es la mujer que todavía recibe la consecuencia más fuerte). Y lo mismo ocurre con los grupos enfocados en "santidad" más extremos.

 

Cubrir los cuerpos de las mujeres no eliminará el impulso biológico sexual dado por Dios. La ropa tampoco va a detener la guerra que arde en las mentes de las personas que se sienten culpables por los pensamientos sexuales. Por más que grupos como la comunidad Amish, por ejemplo, evitan enseñarles a sus hijos sobre el sexo, no han podido evitar que en varias de sus comunidades se haya desarrollado una cultura de abuso sexual. Y en el caso de los sacerdotes católicos donde se prohibe tanto el matrimonio como la masturbación, obviamente ha resultado en muy mal fruto, manifestado en todos los abusos sexuales que han salido a luz en recientes años.

 

Otros han tomado la actitud de que si se van a freír en el infierno de todos modos por haberse masturbado, entonces van a buscar satisfacerse de placeres lo más que puedan en esta vida antes del juicio final.

 

Así que, una regla con el propósito de enseñar una mayor moralidad ha terminado en una mayor inmoralidad, tanto por aquellos que han decidido que es demasiado difícil de practicar y la han rechazado, como aquellos que han puesto sus mejores esfuerzos en no masturbarse.

 

El error es que la gente confunde "pensar en el sexo" con "codiciar". La codicia, en realidad, es el querer obtener algo que no te pertenece o querer hacer algo que sabes que está mal. Hay mucha gente que codicia hoy en día. Y no se limita a asuntos relacionados con el sexo, aunque el sexo está incluído.  

 

La enseñanza de Jesús sobre no mirar a una mujer para codiciarla está directamente relacionada al último de los Diez Mandamientos: "No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo." En el contexto, Jesús le estaba hablando a personas casadas que codiciaban a otras mujeres y que estaban prestos a divorciarse de sus mujeres para casarse con otra.  Es por eso que les dice que codiciar a otras mujeres ya es cometer adulterio en sus corazones. No era, en sí, una regla en contra de que los varones sientan atracción por las mujeres.

 

Digamos, por ejemplo, que te gusta la pizza. No te sientes culpable por esto, ¿verdad? Pero si la única forma en que puedes conseguir una es robarle a tu vecino, entonces cumplir tu deseo podría significar hacer algo que sabes que está mal (es decir, robar). Puedes desear la pizza todo lo que quieras, e incluso (si quieres, por el gusto de hacerlo) imaginarte robarla y comerla; pero si realmente sabes que no lo harías (porque sabes que está mal), entonces no has pecado.

 

Pero si te robarías la pizza en el momento que podrías hacerlo sin ser descubierto, y lo planeas así en tu corazón, y si solo te detienes en hacerlo por miedo de ser pillado, entonces eres espiritualmente culpable del acto (robo) ya sea que hayas tenido o no el coraje suficiente para realmente hacerlo. Tú has "codiciado" la pizza de tu prójimo, al desearla más de querer hacer lo correcto. Pero la pizza (es decir, lo que deseas) no está mal en sí misma.

 

Aplicando esto al sexo, el pecado no está en desear el placer sexual (ya que es tan universal como el deseo de comer), ni tampoco es pecado fantasear sobre el sexo. El pecado consiste en querer realizar un acto sexual que sabes que está mal, y luego abstenerte de hacerlo solo por temor a lo que la gente pensaría de ti o lo que harían o dirían si se enteraran.

 

Hay muchas formas en que somos bombardeados por imágenes y fantasías sexuales dentro de la sociedad moderna. Está en las calles en la publicidad que nos rodea todos los días. Para evitar por completo tales cosas tendríamos que vivir como ermitaños. Pero estar excitado por imágenes y fantasías sexuales no es lo mismo que querer cometer un acto sexual que está mal. La excitación sexual es una función corporal normal que es difícil de prevenir, y de la misma manera la mente parece lanzar involuntariamente todo tipo de fantasías para alentarnos a participar en relaciones sexuales. Pero masturbarse es la mejor manera de lidiar con tales excitaciones o fantasías, y ayudará a superar la tentación de incurrir en la acción incorrecta en la vida real.

 

No obstante, lo que sí es pecado y a menudo asociado con la masturbación, es mirar pornografía.  La pornografía involucra personas reales cometiendo actos sexuales o desnudándose públicamente. Mirar pornografía sí es mirar a otras personas y codiciarlas sexualmente y equivale a cometer adulterio o fornicación en nuestros corazones. Pero vivir sin ver pornografía no es imposible.  Así que si bien la masturbación está permitido por Dios para aliviar la tensión sexual, no está permitido mirar la desnudez y los actos sexuales de otras personas.

 

Así que, la masturbación es la forma universalmente legítima de satisfacer tu apetito sexual sin hacer algo que sí está prohibido por Dios. Es muy probable que si hubiera más consciencia sobre esto y los hombres aliviaran más sus deseos sexuales con la masturbación antes de hacer lo que Dios prohibe, habría mucho menos incesto, menos violaciones, menos infidelidad en el matrimonio, etc.

 

En lugar de tratar de evitar que la gente se masturbe, la iglesia debería alentarlos a hacerlo (o por lo menos darles a entender que Dios no lo ha condenado), dejándolos en libertad de elegir (libres de la presión biológica que sienten de la acumulación de esperma) para que no caigan en la tentación de hacer las cosas que Dios sí ha prohibido.

 

Mucho de esto tiene relevancia para las mujeres también, las solteras y mujeres casadas. Muchos matrimonios serían más felices si las esposas no estuvieran tan llenas de sentimientos de culpa por su propia necesidad de placer sexual.

 

No obstante, existe un mito popular que sugiere que las personas no pueden vivir sin sexo, y sugiere que Dios no es razonable al esperar que las personas permanezcan fieles en el matrimonio, castas fuera del matrimonio y solteras si el primer matrimonio falla. Pero las personas pueden vivir sin tener relaciones sexuales con otra persona; y para hacerlo no requiere un nivel de disciplina imposible de alcanzar.

 

Sin embargo, el vivir sin eyaculación es una historia diferente. Y debido a que las iglesias han fomentado el mito de que las personas, por pura fuerza de voluntad, pueden volverse asexuales, deben asumir cierta responsabilidad por la confusión general, inmoralidad sexual, la alta incidencia de divorcios y segundas nupcias, y la reacción negativa contra Dios que ha resultado de esta mentira en el mundo de hoy.

 

Debemos preguntarnos: ¿Fue Jesús completamente humano? Si es así, ¿tuvo sueños húmedos? (Porque si no te masturbas, tarde o temprano, el semen saldrá a través de "emisiones nocturnas".) Y si esto le sucedió a Jesús, ¿habría tenido pensamientos sobre el sexo en el momento de la eyaculación? La respuesta obvia es sí. Porque la eyaculación en sí misma es el sexo. Y si Jesús estaba sin pecado, entonces los pensamientos sobre el sexo (y la eyaculación fuera del matrimonio) no deben ser más pecaminosos que comer o ir al baño. Solo el lavado de cerebro cultural nos ha enseñado lo contrario.

 

Un hermano compartió que cuando era un joven sexualmente frustrado y religiosamente tenso solía esperar los sueños húmedos, porque era la única vez cuando era libre para participar en actividades y pensamientos que le estaban prohibidos durante el día. Y sin embargo, incluso con esto, tuvo temor de que el sueño no sea solo un sueño y que le sería contado por pecado. Cuánto mejor sería elegir conscientemente fantasear (y masturbarse) mientras se está despierto y consciente y en control de la mente. Para él, esto se convirtió en una opción libre de culpa cuando descubrió que no había absolutamente nada que lo prohibiera en las Escrituras.

 

Una de las formas más astutas que la iglesia ha encontrado para controlar a las masas ha sido hacer de la masturbación un pecado. La consecuencia ha sido que los más deshonestos (es decir, los que intentan dar la impresión de que no se masturban) son vistos como los más santos, mientras que los creyentes más honestos se sienten culpables y en necesidad de perdón del mundo hipócrita.

 

Cualquier persona interesada en un genuino resurgimiento de moralidad sexual y de la fe sincera debe considerar la posibilidad que el primer paso en esa dirección sea iluminar a las masas a su derecho (y quizás incluso a su responsabilidad) de masturbarse.

 

Al mismo tiempo, aquellos que sufren de culpa debido al mito secular que los hombres reales no se masturban, también deben hacer frente a esa mentira. El resultado sería una sociedad más feliz y sana, y una práctica cristiana que ofrece soluciones reales y prácticas para los que quieren obedecer a Dios y no hacer lo que Dios haya claramente prohibido.

 


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