El concepto de estar en contra de "tratar de ganarse el Cielo" y todo lo que implica, es uno de los mitos más aceptados en el cristianismo institucional. Vemos la necesidad de fuertemente exigir que se presente evidencia para apoyar este mito, lo cual, junto con la enseñanza de que todas las partes en la Biblia tienen la misma autoridad, es uno de los dogmas menos cuestionados y más populares en casi todas las denominaciones cristianas. Es evidente que el mito es popular simplemente porque es lo que la gente quiere escuchar y NO porque existe alguna razón bíblica y válida para creer que es cierto.
Esencialmente, el mito enseña que lo que Dios odia más que cualquier otra cosa es que las personas intenten ser perfectas... o incluso que se esfuercen por ser buenas. En esencia, se enseña que si alguien toma muy en serio alguna de las disciplinas de Jesús, entonces es culpable de "tratar de ganarse el Cielo". También se aplica a cualquier denominación o religión que uno quiera condenar. (Es algo que muchos evangélicos hacen con todas las religiones no cristianas, incluso también con los católicos, los Testigos de Jehová y cualquier otro grupo que quieren condenar. Dicen que las personas de esos grupos están "tratando de ganarse el Cielo", y ese es el fin de la discusión.) Uno solo necesita pronunciar la frase ("están tratando de ganarse el Cielo") y es como si todos los buenos cristianos retrocederán espantados ante tal herejía. Quieren alejarse lo más que puedan de cualquier grupo o persona que esté "tratando de ganarse el Cielo".
Incluso en las iglesias de "santidad" que enseñan contra el calvinismo y todo lo que representa (especialmente la enseñanza de que uno puede pecar voluntariamente todos los días "en palabra, pensamiento y acción" y aún estar bien con Dios por la gracia de Cristo), cuando se trata de practicar las enseñanzas de Jesús, entonces también surgen acusaciones de "enseñar la salvación por medio de las obras". En otras palabras, incluso aquellas iglesias que se pronuncian con mayor firmeza a favor de la disciplina y de tener altos estándares morales, se esconden detrás de la bandera de la gracia barata y falsa cuando son confrontados con enseñanzas sobre la obediencia a Jesús.
Cuando se saca a la luz y se examina con bastante franqueza, la enseñanza revela una extraña anomalía. Dogmáticamente dice que ninguna cantidad de pecaminosidad (incluida una rebelión deliberada y literal contra Dios) puede anular el acuerdo de Dios para salvar a alguien que ha dicho una oración mágica pidiéndole a Jesús que entre en su corazón. El contrato ha sido firmado y Dios mismo no puede anularlo.
Sin embargo (y aquí es donde entra la contradicción), existe UN pecado que no está cubierto por esta gracia, y por el cual un cristiano profesante estará eternamente perdido, y se trata de la herejía de enseñar que Dios tiene ciertos estándares con los que espera que sus seguidores cumplan. Si uno se atreve a decir que puede perder su salvación al no estar a la altura de esos estándares, entonces ese es precisamente el pecado por el que una persona supuestamente SÍ puede perder su salvación (o más precisamente, que se puede tomar como evidencia irrefutable de que la persona nunca fue salva en primer lugar). A tales personas se los etiqueta como los que "enseñan la salvación por obras", o de estar "tratando de ganarse el Cielo", y eso los convierte en un caso perdido.
Entonces, ¿cuál es, exactamente, la premisa para considerar que las buenas obras son el más atroz de todos los pecados? ¿De dónde vino? Se ha generalizado tanto que uno podría pensar que debe haber capítulos enteros en la Biblia que enseñan en contra de cualquiera que intente obedecer a Jesús o esté a la altura de algún otro estándar de disciplina. Sin embargo, al igual que con muchos otros mitos (por ejemplo, el mito de hacer tiendas), se basa en argumentos muy cuestionables.
Hay dos versículos principales que se presentan como textos de prueba para todas las afirmaciones fantásticas que constituyen el mito de "tratar ganarse el Cielo". Uno de ellos está en Efesios 2, versículos 8 y 9:
"Por gracia son salvos, a través de la fe, y eso no de ustedes mismos. Es el don de Dios, no de obras, para que nadie se jacte."
Y el segundo esta en Tito 3, versículo 5:
"El nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia."
Ahora, es cierto, ambos pasajes hacen referencia a la gracia de Dios de una manera positiva, y hablan de cómo Dios nos amó y salvó a pesar de nuestras malas obras. Pero dado que la Biblia está repleta de referencias a la necesidad de que seamos buenos de una manera u otra (algunas declarando directamente que uno no puede ser un cristiano si NO se hacen), estos dos textos de prueba (y la doctrina atroz que ha surgido de ellos) deben examinarse muy de cerca.
Y no es que se necesite una examinación rigorosa para entender el sentido común en ellos. Es tan simple como decir que un regalo es un regalo, y que Dios lo ofrece a pesar de lo que hayamos hecho en el pasado. Sin embargo, como con cualquier regalo, hay algunos criterios que el dador usa para elegir a quién le dará el regalo.
Supongamos que soy un multimillonario, y digo que daré un millón de dólares a todas aquellas personas que levanten la mano y la mantengan arriba hasta que yo venga con su regalo, incluso si tardo una hora en hacerlo. ¿Las personas que obtienen el millón de dólares tienen derecho a jactarse de que se lo merecieron? ¿Tienen derecho a aceptar el premio sin dar las gracias al dador? ¿Pueden enseñar que cualquier persona que levante la mano y la sostenga por solamente unos minutos también debería tener derecho a un millón de dólares? La respuesta es NO a las tres preguntas. El millón de dólares es un regalo totalmente desproporcionado a la cantidad de esfuerzo que se requiere para obtenerlo, y el único que puede poner las condiciones de recibirlo es el dador.
Ahora, apliquemos el mito de tratar de ganarse el Cielo en este ejemplo. Viene alguien que oye lo que acabo de decir sobre personas que no se jactan de haber levantado la mano, y comienza a enseñar: "¿Por qué deberíamos siquiera levantar la mano? Si es un regalo, entonces no deberíamos tener que hacer algo para conseguirlo." Y entonces le empieza a decir a todos que ellos pueden conseguir el millón de dólares sin hacer nada (salvo tal vez recitar alguna oración que los maestros del mito han inventado para reemplazar el tener que sostener sus manos arriba durante tanto tiempo). En otras palabras, todavía existe un requisito (decir la oración) pero parece un requisito menor a lo que dijo el multimillonario. Tal estrategia es como una bofetada y un insulto al multimillonario, despreciando las condiciones que él mismo estableció.
Sin embargo, no importa cuán popular sea esa enseñanza, cuando llegue el momento que los que dijeron esta oración mágica cobren la recompensa, ¿crees que el multimillonario va a pagar? ¡Por supuesto que no! De hecho, se sentiría infinitamente insultado por lo que han hecho con su generosidad.
Ahora regresemos a lo que Dios SÍ requiere de aquellos a quienes él elige dar vida eterna. Jesús habló de un comerciante que encontró un campo con un tesoro enterrado en él. El comerciante tiene que vender todo lo que tiene para obtener el campo, y sin embargo, está gozoso por su buena fortuna de haber ganado la posesión del tesoro. Lo que pagó por el campo fue literalmente nada en comparación con lo que obtuvo. Todas sus posesiones solo lograron pagar el precio de un terreno vacío. El hombre no pudo jactarse de haber ahorrado lo suficiente para comprar el tesoro, ya que eso le llegó gratis. Comparar la vida eterna con todo lo que poseemos es como decir: "Compre este chicle por diez centavos y me gané todo Buenos Aires como premio".
En otro lugar, Jesús dice que si hacemos todo lo que él nos ha ordenado, entonces debemos declarar que todavía somos "siervos inútiles". (Lucas 17:10) Una vez más, Jesús está diciendo las mismas cosas que Pablo estaba diciendo en los dos pasajes bíblicos de prueba mencionados antes; pero él lo dice en el contexto de la obediencia a todo lo que él enseñó. A diferencia de los trabajadores normales que aportan grandes riquezas a sus empleadores, podemos hacer todo lo que Jesús requiere de nosotros, y aún así no estar dándole ninguna ganancia. Nosotros somos los que hemos recibido y recibido y recibido. Primero él nos da vida. Luego él nos da felicidad y un propósito para vivir. Y por ultimo él nos da la vida eterna. Su yugo es fácil y su carga es liviana. Sus mandamientos no son gravosos. Todo lo que él requiere de nosotros es para nuestro propio bien.
Entonces nada de esta comprensión de lo que Pablo estaba diciendo elimina las buenas obras. Tampoco destruyen ninguna relación entre nuestras obras y la salvación. Dios ofrece la vida eterna a todos, pero elige dar su regalo de vida eterna a ciertas personas que cumplen con los requisitos. NO a aquellas que dicen oraciones mágicas por medio del cual demandan la vida eterna, sino a aquellos que tratan a su Hijo con el respeto que se merece. Toda nuestra obediencia paga nada, y sin embargo, si nos negamos a obedecer, entonces él no nos da el premio. (Es más, ¡la obediencia es parte del premio!). Es así de simple, y más importante aún, le da sentido a la gracia y a la fe.
¿Recuerdas la pequeña frase "por la fe" en el pasaje de Efesios? Bueno, Santiago dice: "La fe sin obras está muerta". Y si lees un par de versículos más, encuentras que Pablo mismo está hablando de cómo somos salvos para realizar buenas obras. Es cierto que parece estar hablando de buenas obras DESPUÉS de que hemos sido salvos, mientras que Jesús parece estar hablando de buenas obras ANTES de la salvación. Pero tal distinción solo existe cuando vemos la salvación como un ritual estático que se logra en algún momento específico (como la oración mágica, ¿recuerdas?). Pero eso también es un mito. Por ejemplo, ¿cuando fue salvo Pedro? ¿Cuándo dejó sus redes y siguió a Jesús? ¿Cuando se arrepintió de haber negado a Jesús? ¿Cuando se encontró con Jesús después de la resurrección? ¿Cuándo fue lleno del Espíritu Santo en el día de Pentecostés? A menos que estés buscando un punto en el que puedas dejar de obedecer a Jesús, tales preguntas son de muy poco uso práctico.
La pregunta realmente importante desde nuestro punto de vista es si estamos caminando en toda la luz que tenemos. ¿Estamos haciendo nuestro mejor esfuerzo para obedecer a Jesús? ¿Buscamos la santidad o la perfección? ¿Le creemos a Jesús? Si no los estamos haciendo, entonces podemos despedirnos de cualquier esperanza de salvación, ya que eso es lo que Dios está buscando.
Y eso no es un mito. Se enseña de principio a fin en la Biblia.