Regularmente uso el 'Padre Nuestro' como esquema para mis devociones personales, tratando de expresar con mis propias palabras los temas generales de la oración: alabanza; un deseo de la voluntad de Dios, de más amor, y de perdón; una súplica para ser protegido del engaño; etc. Pero hoy las dos primeras palabras me detuvieron.

Cuando oro, suelo hacerlo solo, y como tal, me dirijo más o menos a Dios como "mi" Padre. Pero obviamente, si él es nuestro Padre, entonces debe haber un "tu" para ir con mi "mi". Mi problema es este: ¿Quién eres tú?

Siempre que alguien nos quiere atacar por algo que no les gusta en lo que enseñamos, se arrastra la misma vieja lista de acusaciones que se usan contra cualquier otro que no sea del agrado del status quo, y una de ellas es decir que nosotros creemos que somos los únicos que nos vamos a salvar. ¿Pueden pensar seriamente que creemos que los menos de 100 miembros de nuestra pequeña comunidad, son los únicos en la tierra que se van a salvar? Y en menor instancia, ¿piensan que estamos enseñando que ser miembro de nuestra comunidad garantiza la salvación?

La tarea de definir el "nuestro" en el "Padre Nuestro" no es fácil para nosotros, pero entonces tampoco lo es para ellos. Pídele a nuestros acusadores que definan quién se salva y quién no, y ellos también se quedarán perplejos. ¿Pueden, por ejemplo, decir categóricamente que somos tan terribles herejes, que la gracia de Dios no nos permitirá a ninguno de nosotros entrar en el cielo? ¿Pueden decir que las 1500 organizaciones que han etiquetado como sectas están todas sin esperanza? Y luego pregúntales qué denominaciones son las "seguras", es decir, las que podrán garantizar que la gente entre al cielo. Más puntualmente, pídeles que te digan cuáles son los requisitos que garantizan la salvación, y sin los cuales no puede haber salvación. No es una tarea fácil.

Para mí, el "nuestro" en "Padre Nuestro" es inquietantemente turbio. Es este misterio al cual Jesús llamó el reino de los cielos, un reino invisible, a cuya lista de miembros, sólo el Cordero tiene acceso total. (Apocalipsis 13:8)

Nosotros, es decir, los que formamos parte de ese reino (y por mucho que me gustaría formar parte de él, hay muchas veces en las que siento que casi estoy bordeando los límites, o incluso que me estoy desviando deliberadamente), somos uno con todos los que han tenido una fe sincera a través de los tiempos y en todo el mundo, independientemente de su teología o su afiliación religiosa.

Ayer fui a misa en una iglesia católica. Es la única iglesia de la ciudad en donde estoy, y la única denominación que permite el acceso regular a los cientos de refugiados que están detenidos aquí [en Australia]. Sentí alegría por una mujer de Irán y su hijo, que fueron ungidos con aceite como un paso para convertirse en miembros de ese cuerpo... no porque esté de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia Católica, sino porque puede haber representado un paso significativo en la búsqueda de Dios y su amor, por parte de esa profundamente traumatizada familia. Pude ver que había sufrido mucho, y parte de ello fue, sin duda, a manos de los guardias del centro de detención, uno de los cuales la acompañó a la misa, y participó con ella. Pero también pude ver que había respondido al amor que había encontrado en un sacerdote profundamente bondadoso, y en el compañerismo que se le había ofrecido dentro de esa pequeña congregación. Cuando orábamos juntos el "Padre Nuestro...", quizás ella y el sacerdote, y otros en la congregación, eran parte de mi "nuestro".

Pero también sentí que estaba hablando con el Padre de muchos Musulmanes, y me dolía el corazón que no pudieran disfrutar de la misma hora de libertad semanal, que un pequeño puñado de detenidos recibe como recompensa por ser católico. Le pedí a "nuestro Padre" que llevara su reino allá a ese campo también, para mis hermanos y hermanas Musulmanes.

Cuando estoy con compañeros Cuáqueros, siento mucho más la sensación de que Dios es nuestro Padre, porque aquí hay otros que comparten mi indiferencia por las etiquetas religiosas, y que buscan algo parecido a lo que he llamado sinceridad.

Alrededor de los evangélicos encuentro un sentido diferente de unidad. Parecen tener una mayor apreciación por la autoridad suprema de nuestro Padre. Si Él dice algo, no es asunto nuestro reinterpretarlo en términos de lo que nos conviene, o en términos de lo que está de moda. Los evangélicos pueden relacionarse con mi expectativa de que Jesús volverá pronto, con mis intentos de tomar las enseñanzas de Jesús literalmente, con mi creencia en los milagros y las oraciones contestadas, con mi esperanza de vida después de la muerte.

Y luego están mis hermanos y hermanas en la comunidad de cual formo parte, que han aceptado tanto el alcance universal del amor de Dios, como el "camino angosto" que representan las disciplinas de Jesús. Obviamente, aquí es donde siento más fuertemente el "tú" que constituye mi "nuestro". Pero, por supuesto, incluso entre nosotros, hay diferencias, y hay dudas. ¿Estamos todos realmente actuando por motivos puros? ¿Está nuestra fe realmente puesta en Dios y Jesús, o está puesta en nuestro pequeño sistema propio?

Seguiré orando a "nuestro Padre", pero ninguno de mis pensamientos dispersos ha resuelto el tema de quiénes somos. Y hasta que no llegue su reino, tal vez así es como debe ser.


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