Los carismáticos "nacidos de nuevo" en Australia aparecieron en las noticias cuando murió una mujer durante un exorcismo violento. Ellos oraron sobre el cadáver durante días con la esperanza de que iba a ser resucitada. El público indignado los etiquetó como asesinos. Pero quizá Dios los ve como sinceros, a pesar de estar equivocados.
El error se debe al enfoque evangélico de la salvación por 'fingimiento', o teología de "nómbralo y decláralo". Estas personas piensan que Dios puede sentirse obligado en cumplir sus "confesiones de fe". Piensan que, si dicen bastante a menudo y con suficiente fuerza que ellos "saben que saben que saben que son salvos", podrán entonces ser salvos. No dejan lugar para dudar si su fórmula de salvación es correcta.
Es cierto que la Biblia enseña que la salvación viene por medio de la fe. Pero se entiende que no es por la fe en el diablo. Tampoco por la fe en tu pastor, ni por la fe en los milagros, ni siquiera por la fe en tu rectitud con Dios.
Fue la fe ciega en su rectitud con Dios la que hizo a los fariseos arrogantes santurrones. Lo mismo podría decirse de muchos evangélicos. Ellos no dan lugar a la posibilidad de que sus propias fórmulas para la salvación estén equivocadas. Su fe está en la fórmula, en lugar de estar en Dios.
No le dan importancia al hecho de que los apóstoles nunca enseñaron que decir una pequeña oración garantizara un lugar en el cielo, ni al hecho de que Jesús pide a sus seguidores la obediencia a sus enseñanzas. Estos pensamientos son vistos como ataques demoníacos a su "fe", por lo que aun lo que enseña Jesús debe ser forzado fuera de sus pensamientos.
Tal como ese grupo de fanáticos que rezaban alrededor de la que había fallecido, las personas que creen que serán salvas por medio de fingimiento, han inventado un cuento de hadas por conveniencia. Lo arriesgan todo con la esperanza de que, si repiten su "confesión de fe" con bastante frecuencia, esta puede llegará a hacerse realidad.
Después de unos días, los guerreros australianos de la oración se vieron obligados a admitir que Dios había puesto en evidencia lo que ellos fingían. Por desgracia, muchos "nacidos de nuevo" no descubrirán su error hasta que estén delante de Jesús y Él señale su desobediencia consciente diciendo: "¡Vete! Nunca te conocí!" (Mateo 7:21, Mateo 25:41-46).