Hay una frase que parece resumir la esencia del vínculo entre los evangelios y el libro de Apocalipsis, y ese es el título de este artículo: el reino de Dios.
Tristemente, hay un sentimiento entre muchos que se identifican como cristianos que lo que se contiene en el Apocalipsis es sólo simbolismo confuso y misterioso sobre temas que son demasiados difíciles para entender, y no muy importantes para los cristianos cotidianos. Sin embargo, cuando observas cuántas veces se usa la frase "el reino de Dios" o "el reino de los cielos" en los evangelios, y cuánto resume lo que se enseña en el Apocalipsis, da a entender que el Apocalipsis es esencial para la vida de cada cristiano practicante, especialmente en este momento en la historia humana.
En el Padre Nuestro, Jesús llama a sus seguidores a acercarnos cada día a Dios en oración, pidiendo que venga su reino. Esta actitud es fundamental para nuestra relación con Dios. En las enseñanzas y parábolas de Jesús, continuamente encuentras la frase: "El reino de Dios es como..." y de allí da pistas sobre qué debería significar este gran reino para todos los que desean formar parte. Crecer en nuestro entendimiento de este reino misterioso es obviamente esencial para nuestro camino espiritual también.
El libro de Apocalipsis comienza diciendo que es la revelación de Jesucristo. Pero "Jesucristo" es más que un nombre. Cuando estudias las profecías bíblicas, encontrarás que dicen mucho sobre reyes y reinos, y una de las observaciones que hemos visto es que a menudo los reyes y sus reinos son intercambiables. Un "cuerno" en una "bestia", por ejemplo, se puede referir a un "rey", pero también se puede referir a un "reino". De igual manera, "la revelación de Jesucristo" puede también ser una revelación no solamente de quién es Jesucristo, sino también de su última revelación: la de su reino. La paradoja más grande es que no son dos cosas distintas, sino forman una unidad. Vamos a examinar esto.
Esta cosa misteriosa que Jesús llamaba "el reino de los cielos" no es un reino que viene con observación; no es de "este mundo"; no reina con armas materiales: de hecho, de acuerdo a las normas políticas humanas, no se consideraría un reino. En vez, es una relación entre la raza humana y su Creador. Y consiste de actitudes y fuerzas espirituales que trabajan en las vidas de los que son humildes, amorosos, y sinceros en su fe en Dios. Todos estas fuerzas vienen del Espíritu de Aquel que nos creó, cual, de una forma misteriosa, también es el Espíritu de Aquel que murió en la cruz en Israel hace 2.000 años. Dicho de otra manera, el Reino de Dios ES el Espíritu de Jesús. El reino de los cielos es la REVELACIÓN de Jesús. El reino de los cielos es lo que Jesús vino a demostrar, a la vez que es algo que va a ser establecido más profundamente cuando él regrese.
Esta revelación y relación continua entre el Creador y su creación es la razón por cual el Apocalipsis es tan importante para tener un entendimiento más completo sobre todo lo que Jesús dijo e hizo en los evangelios. Su trabajo continúa, y está llevando a una revelación más profunda de la voluntad de Dios y que la raza humana todavía no ha experimentado.
La profecía sobre las "setenta semanas" en el libro de Daniel es una parte significativa sobre la revelación progresiva del reino de Dios, que muestra que el "pueblo de Dios" evolucionó de descendientes físicos de Israel (Jacob), a individuos en todas partes que tienen un espíritu humilde, y moldeable delante de Dios, a una reunión final de todos los individuos sinceros en los últimos siete años de la historia de la tierra, justo antes de la segunda venida de Jesucristo. Esta imagen asombrosa del reino de Dios transciende todos nuestros esfuerzos para traer la paz mundial por medio de religiones creadas por humanos, gobiernos humanos y aún protestas humanas contra esos gobiernos.
Hay un gobierno verdadero que va a venir, pero es tan superior y más allá de cualquier cosa que los seres humanos han podido lograr, que vamos a necesitar una poderosa transformación espiritual aun antes de que lo podemos comprender. Como dijo Jesús a Nicodemo, "el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios." Esta transformación es el llamado más grande de cada alma viva en este planeta.
Y este reino "se ha acercado". Es más cerca ahora (¡claro!) que jamás ha sido antes, y necesitamos "nacer de nuevo" ahora más que nunca, para estar preparados.
Olvídate de las organizaciones religiosas. Olvídate de los ritos, las jerarquías religiosas y el entrenamiento teológico. Olvídate sobre las muchas ideologías políticas y los objetivos temporales. Olvídate sobre todo menos tu relación con el Señor del Universo y el reino venidero de cual sólo él posee las llaves. ¡Preparad el camino a Dios! Ese es el llamado de Dios a cada unos de nosotros hoy. Y para responder a ese llamado, necesitamos abrir nuestros corazones y mentes a las verdades del Apocalipsis... los eventos que son más significativos en estos "últimos días", tal como la reconstrucción del templo en Jerusalén, la implementación de una "marca" mundial en la mano derecha o la frente, sin la cual nadie podrá comprar ni vender, y el ascenso de un líder global que parecerá traer la paz mundial. De acuerdo al Apocalipsis, todos estos eventos llevan a algo mucho mayor que vendrá DESPUÉS de ellos. El cumplimiento final vendrá después de que Dios haya usado los engaños del Anticristo para examinar los corazones de toda la humanidad.
Amigos, el reino de Dios se acerca. ¡El reino de Dios viene! Necesitamos estar preparados, de corazón, mente, y alma. Las falsificaciones religiosas se aproximan a su fin, y los sustitutos políticos se acercan a su consumación diabólica. Estamos por entrar en los tiempos más turbulentos que jamás han pasado en la tierra. El engaño va a ser muy extendido y diabólicamente astuto. Sólo un corazón quebrantado delante de Dios nos protegerá a cualquiera de nosotros en no volvernos parte de ese gran engaño. Cada uno de nosotros necesitamos postrarnos delante de Dios y clamar por su protección y cobertura... que podamos ser totalmente rendidos a su voluntad y abiertos a su reino, lo cual reinará sólo en los corazones de los que están preparados a dejarlo todo y volvernos como niños delante de él, confiando completamente en nuestro Padre.