En teoría, para el fin del mundo podría faltar otros mil años o más. A pesar de afirmaciones a lo contrario, no parece haber nada en las escrituras que dice cuándo va a suceder. Sin embargo, debido a que algunas de las cosas que suceden poco antes del fin mundo ya están comenzando a tomar forma, es muy probable que el fin está muy cerca.
Solo porque no podemos decir en este momento cuando vendrá el fin, no significa que de repente nos tomará por sorpresa. De hecho, hay una cuenta atrás muy precisa de los últimos siete años antes del regreso de Cristo, y hay ciertos eventos que marcan cuando los últimos siete años comienzan.
Estos últimos siete años son referidos en las profecías de Daniel, y más extensamente en las profecías del Apocalipsis.
Recordemos que el ángel Gabriel le habló a Daniel sobre las "setenta semanas" o 490 años. (Daniel 9:24) Él dijo: "Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos." Pero hasta ahora sólo hemos considerado sesenta y nueve de estas setenta semanas, es decir, a partir de 444 a.d.C hasta 33 d.d.C
El ángel Gabriel le había prometido que al final de la semana 70 todo sería de color rosado para el pueblo de Daniel. El mal sería eliminado y "justicia perdurable" (algunas versiones dicen "justicia eterna") tomaría su lugar. Así que si las 69 semanas terminaron en el año 33 d.d.C., cuando Jesús fue crucificado, entonces todos los problemas del mundo deberían haber sido muy bien arreglados siete años más tarde, en el año 40 d.d.C ¿Así paso en realidad?
Muy a lo contrario. Los seguidores de Jesucristo fueron perseguidos y asesinados después de su muerte y resurrección, y fue el ¡propio pueblo de Daniel que lo hizo!
Así como una amenaza de parte de Dios podría ser revertida si la gente se arrepintiera (Cómo el pueblo de Nínive), parece que la promesa puede ser revertida si la gente se alejara de Él. Sin embargo, con una profecía de esta gran importancia, uno pensaría que Dios pudo haber ejercitado su capacidad de mirar adelante y ver lo que iba a pasar, y haber dicho algo para evitar confusiones.
Un examen más detallado muestra que Dios hizo exactamente eso. Él no sólo sabía que el pueblo de Daniel iba a rechazar a Cristo, pero también supo que eso pondría en marcha acontecimientos que modificarían drásticamente el mundo a partir de ese entonces. Mostraremos que la profecía de las setenta semanas tuvo todo esto en cuenta cuando fue escrita.
Mucho antes de ser crucificado, Jesucristo enseñó a la gente que Dios quería hacer algo muy grande, algo nuevo, algo que no sería limitado por la ambición política del pueblo judío.
Jesús fue conocido por elogiar a gente no judía, como el soldado romano y la mujer cananea, por haber tenido fe más grande de lo que había visto en cualquiera del pueblo elegido (Israel). (Lucas 07:09, Mateo 15:28) Él le dijo a una mujer samaritana que un tiempo vendría cuando no importaría si una persona adoraba en la ciudad santa de Jerusalén, siempre y cuando su corazón estaba en lo cierto. (Juan 4:21) Y luego está la famosa historia del Buen Samaritano, en cual Jesús usa un miembro de la despreciada secta herética de los samaritanos como un ejemplo del tipo de persona que Dios está buscando. Jesús hizo comentarios despectivos sobre el Templo de Jerusalén, que parecían estar diciendo que él era más importante que el Templo. (Juan 2:19-21) Y fue por esto que fue crucificado. (Mateo 26:61) ¡No es extraño que su propio pueblo lo rechazó! ¿Fue este el Mesías que iba a unir a todo Israel y que llegaría a establecer el gobierno de Dios sobre toda la tierra? No parecía.
Lo que Jesús estaba haciendo era desafiar la mezquina visión de Israel que limitaba a Dios en términos políticos. Él quería que veamos a Dios en términos espiritualmente universales. Todavía es difícil que la gente vea eso actualmente, debido a que la institución que ha surgido con el nombre de Cristo se ha vuelto tan políticos como los judíos. El sistema religioso de hoy en día está más preocupado por el poder y la riqueza que con el estilo de vida y los valores del hijo del carpintero pobre que deambulaba por Israel hace 2000 años.
El "pueblo" de Daniel era una nación, una raza, una religión rodado todo en uno. Pero el Mesías vino a revelar al mundo que el Creador del universo no se limita a una nación, una raza, o incluso una religión. Él fue capaz ver el corazón de cada individuo, y juzgar a esa persona solamente en la medida de amor, sinceridad, humildad, y fe que tenía su espíritu. Este nuevo "reino" espiritual que Jesús llamaba el "Reino de Dios" se encontraría en general actuando en contra de (o "quitado" de) el reino de Israel, y, de hecho, de los diversos reinos de la cristiandad también.
Cuando Jesús murió en la cruz, dijo: "¡Consumado es!" y la Biblia nos dice que Dios mismo rasgó la cortina enorme y gruesa que colgaba en el templo como la última barrera entre el pueblo y el lugar donde se presume que Dios vivía, el "santo de los santos". (Mateo 27:50-51) Israel había quitado a su Mesías, y Dios había quitado milagrosamente a Israel de posición única. Ellos habían terminado. Al hacer eso, Dios puso fin a todas las religiones organizadas, como el criterio para determinar si una persona es un hijo de Dios o no.
Vamos a leer el resto de la profecía sobre la muerte de Cristo: "Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones." (Daniel 9:26)
En el año 70 d.d.C. los ejércitos romanos rodearon Jerusalén y destruyeron la ciudad y el Templo. Hasta el día de hoy, los judíos no han podido ofrecer sacrificios de animales, ya que sólo se puede hacerlo en el templo en esa única ubicación (cual actualmente está ocupado por una mezquita musulmana muy sagrada). Daniel 9:26 podría estar describiendo lo que sucedió en el año 70 d.d.C. El pueblo (los ejércitos romanos) de un príncipe que ha de venir (un líder malo del futuro) destruyó la ciudad (Jerusalén) y el santuario (el templo). Esta es la interpretación militar del pasaje. Sin embargo, eso no sucedió sino hasta casi cuarenta años después de que Cristo fue ejecutado.
Anteriormente dijimos que las profecías se escriben a menudo para decir más de una cosa al mismo tiempo. En Daniel 9:24-26 Cristo es llamado "el Príncipe". Así que Cristo es "el príncipe que ha de venir". Fue su gente que destruyó el poder del Templo y la Ciudad Santa. No hubo inundación de agua ni en el año 33 d.d.C ni en el año 70 d.d.C, pero sí hubo una inundación de gente que se unió a la Iglesia Cristiana en el día de Pentecostés, siete semanas después de que Cristo fue crucificado. Miles de personas se conmovieron en este nuevo movimiento, que luego siguió a cambiar el mundo.
Así que Daniel 9:26 puede estar diciendo que la gente (o seguidores) del Príncipe (o Mesías), había, por su fe, puesto fin a la gente "escogida", su templo y su Ciudad Santa. El pueblo de Daniel se había quitado del favor de Dios por haber quitado la vida a su Mesías, y la última semana (o siete años) fue por lo tanto, alejado del pueblo.
La profecía de Daniel continúa en Daniel 9:27. "Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda."
Aquí hay una referencia a la semana faltante. Debido a que el pueblo elegido se "quitaron" al mismo tiempo que su Mesías fue "quitado" (por su propia elección), la última semana se quedó en suspenso. Ha estado en suspenso desde el año 33 d.d.C, cuando Jesucristo fue crucificado. Pero el pueblo visible de Dios todavía le falta siete años de reinado.
Lo que hace el cristianismo diferente al judaísmo es que no es una organización política. Es una organización invisible, espiritual, cuyos miembros sólo Dios lo sabe. Pero este concepto del "pueblo de Dios" es más correcto que el de un Israel político (que ahora sólo consiste de dos de las doce tribus originales de Israel. Las otras tribus se han perdido.)
Pero parece que se están mencionando dos príncipes aquí, uno bueno y uno malo. Estamos hablando de algo que va a poner fin al pecado y establecer "justicia eterna". ¿Es posible que ambos príncipes planeen confirmar el pacto con alguien para una "semana", o siete años?
Para los judíos, que sólo quieren tener su templo de nuevo, y poder sacrificar animales por sus pecados, el "pacto" tiene que ver con ellos como una nación, una raza y una religión. Su religión no será completa hasta que tengan su templo. Este es el "antiguo pacto" o lo que los cristianos llaman el "Antiguo Testamento".
Para los cristianos es un pacto diferente, pagado con la sangre del sacrificio de su cordero perfecto. No es un pacto para un reino político y militar, sino un pacto para un reino espiritual. Durante 2.000 años nosotros, los creyentes sinceros, hemos sido aislados, en gran parte, unos de los otros. Ninguna organización visible puede decir que ha sido el reino de Dios en la tierra. Siempre ha habido una mezcla de cizaña y trigo, de ovejas y cabras, buenos y malos.
Pero para estos últimos siete años, los "buenos" (es decir, los que Dios ha examinado personalmente y determinado ser genuinos, sinceros, dispuestos a hacer lo que él dice), serán visiblemente unidos en un sólo cuerpo formado en doce tribus.
En Apocalipsis 7, Dios "sella" (o "confirma") 144.000 de sus "siervos". Los organiza en tribus de 12.000 cada uno. El Apóstol Pablo enseñó que los que dicen ser Judíos (o más correctamente, "hijos de Israel") a través de su relación física con Abrahám ahora son tan hijos de Israel como los árabes. (Gálatas 4:22-28) "Nosotros", dice Pablo, refiriéndose a las personas que han aceptado a Jesús como el Mesías de Dios, "son los hijos de la promesa."
Así, mientras que los judíos religiosos hacen un acuerdo con el "príncipe" malo para conseguir su templo de nuevo, los verdaderos hijos de Dios serán organizados por su príncipe en tribus. Y lo hará por comunicar sobrenaturalmente a cada uno de ellos por medio de su Espíritu Santo. Porque el Espíritu de Dios ha hecho los cuerpos de todos los verdaderos creyentes su Templo. Y cuando todos estos creyentes lleguen a ser visiblemente unidos, serán el cumplimiento final de "el pueblo" de Daniel, viviendo sus últimos siete años en la tierra.
Pero, para los que no tienen el Espíritu Santo ¿cómo van a saber que los últimos siete años han empezado? Pues los últimos siete años estarán marcados por un acuerdo para reconstruir el Templo en Jersualén (o de alguna otra manera que permitirá que los sacrificios de animales empiecen de nuevo). Esto es lo que debe estar pendiente. Cuando los sacrificios de animales en Jerusalén empiezan de nuevo, sabrás que habrá menos de siete años hasta la venida de Jesúcristo y el fin del mundo.
Más adelante veremos con más detalle lo que sucederá en esos últimos siete años.