Hay una frase que usan los cuáqueros (movimiento cristiano que surgió en Inglaterra en el siglo XVII) que describe una combinación de honestidad e igualdad con respecto a nuestro trato con otros, la habilidad de tratar a todos igualmente, sin pretensiones. La frase es "habla con llaneza" o "habla francamente".
Solemos pensar que la honestidad es no hacer trampa con nuestros impuestos o no robar lápices de nuestro trabajo. Pero la verdadera necesidad de este mundo es que la gente sepa la verdad sobre sí misma. O sea, que la gente pueda quitarse las varias caretas que casi se han vuelto parte de su cara y tratar con todas las incoherencias que han surgido de ellas. La manera de hacer esto es hablando francamente.
Es triste observar cuánto el autoengaño se ha vuelto parte de nuestras vidas, sin mencionar todos los engaños que tenemos que experimentar de otras personas. La "sociedad cortés" raramente dice lo que está pensando. Cuando la verdad amenaza incomodarnos en lo más mínimo, la envolvemos en algodón y decimos cosas que significan casi lo opuesto. A veces ,incluso, decimos literalmente lo opuesto.
¿Cuántas veces, por ejemplo, hemos dicho, "después vuelvo," cuando no teníamos intencion de hacerlo? Es mucho más fácil que decir, "es muy caro; creo que puedo encontrar algo mejor en otro lugar," o "realmente no estoy interesado en lo que tienes para ofrecer".
Invitaciones falsas, disculpas falsas, cumplidos falsos e interés falso en lo que alguien está diciendo, traen confusión a las personas cuyos sentimientos supuestamente estamos tratando de proteger y quejas incesantes que se dicen detrás de las espaldas de tales personas.
Mucho de lo que enseñó Jesús fue un llamado a la gente para que camine en la luz a través de enfrentar la verdad sobre sí misma. Jesús quiere que las personas sean libres de las tradiciones, de las falsas imágenes que tienen de sí mismas, de los conceptos falsos de la respetabilidad y de tabúes culturales innecesarios para que puedan descubrir lo que realmente está pasando en su entorno. Dijo que si permanecíamos en sus enseñanzas, conoceríamos la verdad y la verdad nos haría libres (Juan 8:31-32).
Sin embargo, hoy en día escuchamos personas por todas partes diciendo (no solo con sus palabras, sino también con todo su ser): "No quiero pensar en esa verdad en particular; no me siento cómodo con tales pensamientos; no me confrontes con esos hechos". Y cada vez que hacen eso, crean más puntos ciegos, hasta que los puntos ciegos comienzan a chocarse el uno con el otro.
No debería sorprendernos que Jesús llamó al mundo respetable y religioso de su época "guías ciegos de ciegos". Él implicó que su ceguera era el resultado de no poder siquiera admitir que eran ciegos. En sus esfuerzos de convencer a los demás de que eran mejor de lo que realmente eran, terminaron creando la condición que más temían: una ceguera espiritual (Juan 9:39-41). Muchas personas literalmente se vuelven locas tratando de convencer a los demás de que son sanas.
Si solo confesáramos nuestros pecados, temores, desacuerdos, ilusiones, debilidades, etc. podríamos "ser limpiados de toda maldad" (1 Juan 1:9).
Pero lo más cerca que la mayoría de nosotros llega de hacer tal confesión resulta ser una declaración vaga sobre el hecho de que "somos todos pecadores" y luego deshaciéndonos de cualquier responsabilidad o necesidad de cambiar. Así que continuamos mintiéndonos a nosotros mismos, y como resultado, nos volvemos ciegos. Es todo parte de la ética moderna de "no juzgar". Esto solamente produce una acumulación de resentimiento sin resolver, lo cual tiene que salir por algún lado, algún día.
Hablar francamente es el meollo del sistema de resolución que Jesús estableció en Mateo 18:15-17. Confrontas a tu hermano o hermana con un desacuerdo e intentas resolverlo... aun si la resolución termina siendo que ambos lados cedan su posición. Hablar francamente calma la tensión. Si rehúsas hacer esto y comienzas a ir por el camino del engaño poniéndote una careta, terminarás diciendo comentarios secretamente maliciosos, de doble sentido, usando el sarcasmo o mintiendo directamente. En tal mundo, cada persona se vuelve su propio juez de lo que es la verdad y las reglas pueden cambiar completamente en cualquier momento. No hay que rendir cuentas porque no hay estándares, ya que uno nunca habla francamente.
Pero ¿cómo se puede hablar francamente en un mundo donde nadie quiere conocer la verdad?
Anteriormente, hemos enseñado que "si no puedes ser honesto con alguien, por lo menos trata de ser honesto contigo mismo sobre tu deshonestidad". De la misma manera, cuando no podamos hablarle francamente a alguien, por lo menos seamos honestos con nosotros mismos sobre el hecho de que no somos totalmente honestos con los demás; aspirando a que algún día, sí lo podamos ser.
Quizá podamos tener algún avance en la relación con personas que no estén dispuestas a escuchar toda la verdad si somos reservados con lo que decimos y no revelamos todo lo que sentimos, y así, mantener la puerta abierta para una conversación más honesta con ellas en algún momento en el futuro. Pero deberíamos también ser conscientes que, hasta que lograr tener esa conversación honesta, la relación será superficial e incierta.
La paradoja de no hablar francamente es que las personas que no son honestas a menudo terminan creyendo sus propias caretas y las de los demás. Ellas creen que no están secretamente manteniendo rencores, que no están contando chismes en secreto en contra de los demás y que los demás no están secretamente contando chismes en contra de ellas. Así que cuando descubren que alguien ha dicho algo sobre ellas que no es tan elogioso como se les había dicho a su cara, se ofenden de gran manera y a menudo descartan la amistad.
Esa es la razón por la que decimos que las amistades basadas principalmente en la "cortesía" son inciertas. Tales relaciones no toleran la verdad que no se quiere oír. Si tus verdaderos sentimientos salieran a luz, la amistad probablemente se terminaría.
Hay proverbios que dicen que las críticas de los amigos son más beneficiosas que los elogios de los enemigos. (Proverbios 27:5-6; Proverbios 28:23). por su parte, Pablo escribió en una de sus epístolas que deberíamos hablar la verdad los unos con los otros (Efesios 4:25). Ambos están expresando el concepto de hablar francamente. Pero pocas personas toman estas enseñanzas en serio. Hasta que lo hagan, por supuesto, van a seguir ciegos y creando cegueras en los demás.
Es nuestra responsabilidad, como personas que caminan en la Luz, hacer lo que podamos para hacer retroceder las fronteras de la oscuridad poco a poco, mediante hablar francamente.
Un recordatorio final: Recuerda que ninguno de nosotros tiene un entendimiento perfecto de la verdad. Todos nuestros esfuerzos por resolver las diferencias casi siempre van a requerir una cierta cantidad de templanza. No es deshonesto darle a alguien el beneficio de la duda o ponerse de acuerdo en que no van a llegar a un acuerdo perfecto. "Hablar francamente" tampoco significa volcar todos tus sentimientos negativos en los demás. Tienes que resolver dentro tuyo muchas de esas tensiones antes que puedas comunicar constructivamente tus preocupaciones sobre los demás. Hablar francamente es hablar la verdad en amor. (Colosenses 4:6)