Nuestra salvación depende de nuestra aceptación del perdón, y también se nos manda a perdonar. Pero esto último es tan difícil de hacer.

¿Cuántas veces hemos recitado superficialmente el "Padre Nuestro" (Mateo 6:9-13), donde Jesús dice que le pidamos perdón a Dios, y hemos borrado de nuestra conciencia la frase que dice que queremos ser perdonados de la misma manera que perdonamos a los demás? Unos versos más adelante (Mateo 6:15) Jesús nos dice con franqueza que si no perdonamos a nuestro hermano, Dios no nos perdonará. Perdonar a los demás es para nuestro propio beneficio. Entonces ¿por qué no lo hacemos?

Existe algo en nuestro mundo de sentido común, que nos enseña que el perdón no funciona. El enfoque de "ojo por ojo" de Moisés apacigua nuestro sentido de justicia. Queremos que el agresor pague por su crimen. Nos decimos a nosotros mismos que tenemos buenas razones para aferrarnos a nuestra ira y amargura hacia alguien que nos ha hecho daño de tal manera.

Apenas pensamos en la persona o el incidente que nos hizo daño, nos enfurecemos y sentimos la ira brotando de nuevo. Cualquier persona que esté a nuestro alrededor en ese momento podrá captar nuestros sentimientos de ira, ya sea a través de lo que decimos o mediante señales no verbales. Sucede porque cualquier cosa de lo que nuestro corazón esté lleno, eventualmente lo expresaremos (Mateo 12:34-35).

El objeto de nuestra ira puede que ni siquiera esté presente, pero volcaremos nuestra ira sobre los que estén cerca nuestro, o en nosotros mismos. Los químicos producidos por el estrés se disparan repentinamente en nuestros cuerpos, castigándonos a nosotros mismos y a los que amamos, simplemente porque no perdonamos. Cada vez que nos entregamos a nuestra amargura, es como tomar un trago de una botella de veneno de liberación lenta. Si no lo desechamos, eventualmente nos matará... espiritualmente, si no físicamente.

Sin embargo, de manera extraña, nos es aterrador volcar nuestra infusión tóxica en el suelo, en lugar de guardarla para usarla en el futuro. Aferrarnos a nuestra amargura nos hace creer de manera ilusoria, que nos estamos protegiendo en contra de futuras dolencias e injusticias. Esta fantasía nos impide tener que hacer los cambios necesarios dentro de nosotros mismos, antes que podamos estar verdaderamente en paz. Algo dentro de nosotros lucha por aferrarse al dolor, para evitar más dolor en el futuro. Cuando estamos en esa situación, es porque hemos dejado que nuestras experiencias dolorosos definan quienes somos. Y puede espantarnos al realizar que tenemos que dejar atrás algo que ha sido parte de nuestra personalidad, tal vez por mucho tiempo.

Tenemos que elegir: podemos elegir perdonar, o podemos elegir no perdonar. Pero antes de que podamos perdonar, debemos reconocer que nuestra amargura en sí misma es una prueba de un pecado dentro de nosotros, que debe ser perdonado y renunciado.

Para perdonar a alguien que nos ha estafado, debemos reconocer que el amor al dinero nos acecha a nosotros también (y no solo a la persona que nos estafó). Tenemos que renunciar a cualquier cosa que pensábamos en aferrarnos. Ya se ha ido de todos modos, por lo que podemos dejarlo ir, perdonar y estar en paz.

¿Y qué hay de la persona que nos insulta o nos ignora? Acá tenemos que lidiar con nuestro ego. Como Cristianos, nuestro propósito debe ser construir el Reino de Dios y cumplir Su propósito... hablar Sus palabras, y no las nuestras. No hay lugar para el orgullo en nuestras vidas. La Biblia dice: "Humíllense delante del Señor, y Él los exaltará" (Santiago 4:10). Nuestra confianza debe venir de la fidelidad de nuestro caminar con Dios, y no de lo que otros piensan de nosotros. Siempre habrá alguien con más poder o influencia, o con mejor apariencia, más inteligente, más talentoso o más simpático que nosotros, si queremos hacer comparaciones. Déjalo ir, perdona, y ten paz.

Luego existen circunstancias que necesitamos perdonar. El conductor desconsiderado que inconscientemente se te atravesó, el aparato que se rompió justo cuando lo necesitabas, la fila larga en la oficina de correos. Todas estas cosas hacen nuestra vida más difícil. Pero acá el verdadero problema espiritual es la fe. ¿Realmente creemos que Dios se preocupa por nosotros y por nuestros ínfimos problemas que parecen tan grandes en nuestras mentes a veces? ¿Realmente podemos confiar en que todas las cosas obran para el bien de aquellos que aman a Dios y que son llamados de acuerdo con SU propósito (Romanos 8:28)? Déjalo ir, perdona, y ten paz.

¿Tiranos del mundo? Estos pueden abarcar desde matones en la escuela y parejas o padres abusivos, hasta líderes políticos y militares que oprimen a aquellos que tienen bajo su poder. ¿Es posible perdonarlos? Jesús lo hizo (Lucas 23:34). Fue oprimido por los poderes de su época, al igual que sus discípulos y la mayoría de la iglesia primitiva. Jesús nos advirtió que también sufriríamos injusticias si lo seguíamos (Mateo 5:10-11). Pero nos dirigió a regocijarnos cuando esto sucede.

Si podemos perdonar a nuestros opresores, el amor de Dios brillará a través de nosotros, afectando a los opresores y dando esperanza a otros oprimidos. Estudios realizados en los EE.UU. han demostrado que las condiciones de vida opresivas han producido crímen y desobediencia en algunas personas, mientras que en otras, genialidad y excelencia. Todo depende de cómo reaccionaron a las circunstancias mientras iban creciendo.

Hay un dicho que dice que “la experiencia no es lo que te sucede; sino lo que haces con lo que te sucede”. En el estudio de arriba, aquellos que eligieron la amargura se volvieron desobedientes. Los que perdonaron aprendieron a superar sus circunstancias. Déjalo ir, perdona, y ten paz.

Cualquiera que sea la fuente de tu rencor, amargura o ira, existe un trabajo interno que por consiguiente debes hacer para que puedas perdonar a los demás. No es un proceso fácil, pero es necesario para poder liberarnos de la auto-opresión que un espíritu implacable inflige sobre todos los que guardamos rencor. Es útil recordar que perdonamos a los que pecan en contra de nosotros tanto por nuestro propio bien, como por el bien de ellos. Desecha esa botella de veneno y recibe la misericordia que Dios tiene reservada para ti (Mateo 5:7).


Otros Artículos de Interés


COMPARTE ESTO EN TUS REDES:




Para participar en los comentarios, necesitas conectarte a tu cuenta en:
https://www.comovivirporfe.com/login777