Jesús volteó el mundo al revés, desafiando nuestras actitudes y suposiciones para casi todo. Nos dijo que para ser verdaderamente ricos, necesitamos vender todas nuestras posesiones (Lucas 12:33). Si queremos poder ver, necesitamos reconocer nuestra ceguera (Juan 9: 39-41). Si deseamos ser grandes, debemos convertirnos en siervos de todos (Lucas 22: 25-27). Y si esperamos ganar nuestra vida, primero debemos perderla (Juan 12:25). (Algunos otros ejemplos de este "principio del revés" se pueden encontrar en Mateo 5:6, Mateo 5:10-12, 1 Corintios 1:27-29, 1 Corintios 3:18-21, 1 Corintios 4:9-10, 2 Corintios 12:9-10 y Santiago 4:10.)

Una enseñanza paradójica que en diferentes formas se repite varias veces, es que "El último será el primero". Jesús estaba tratando de comunicar algo bastante significativo a través de esta declaración, por lo que sintió que era necesario reiterarlo tantas veces. Este artículo intentará explorar las implicaciones espirituales y prácticas relacionadas con las cuatro ocasiones en que se dio esta enseñanza.

En Marcos 10:31, Jesús dice: "Muchos de los que ahora son los primeros, serán los últimos; y los que ahora son los últimos, serán los primeros". Curiosamente, esto ocurre directamente después de que Jesús le dice a Pedro que "no hay nadie que por causa de mí y del evangelio haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos, o tierras que ahora en este tiempo no reciba más... y en el tiempo venidero la vida eterna". Antes de esto, Jesús había instruido al joven rico a vender todas sus posesiones y dar a los pobres si deseaba heredar la vida eterna, algo que el joven decidió no hacer debido a que poseía muchas riquezas. Por lo tanto, convertirse en "último" aquí, en términos modernos, puede significar renunciar al sistema del materialismo para poder encontrar la verdadera riqueza.

En términos mundanos, puede parecer una tontería que regalemos de buena gana todo lo que poseemos. Sin embargo, si terminamos recibiendo muchas veces más materialmente en este mundo, además de los beneficios espirituales, tanto en este mundo como en el siguiente, ¡tal vez las personas que aplican esta enseñanza no sean tan tontas, después de todo! Se ha dicho: "Dios reserva lo mejor para aquellos que dejan las elecciones para Él". Las personas como el joven rico pueden parecer ricas de cierta manera, pero están empobrecidas de otras formas más importantes. Es posible que tengamos toda la riqueza material del mundo, pero no podremos evitar que seamos mandados al final de la fila si elegimos guardar tal riqueza cuando Dios nos ha mandado renunciarla. (Marcos 8:36-37)

Anteriormente en ese mismo capítulo, Jesús dice a sus seguidores que la única manera de entrar al Reino de Dios es ser semejantes a niños pequeños. (Marcos 10:15) Aquí también se predica la paradoja de hacerse pequeño para llegar a ser grande. Es sabio recordar que, al igual que los niños pequeños, entramos y salimos del mundo sin nada. (1 Timoteo 6:7) A la luz de esto, estamos en una clara racha perdedora si nos negamos a renunciar lo material, especialmente nuestras posesiones inanimadas. Solo volviendo a un estado de dependencia completa en Dios, como un niño, podremos ser "los primeros". Entonces, la primera lección que podemos ver de esta instrucción de llegar a ser primero por medio de ser el último, es que debemos renunciar a la riqueza temporal para obtener la riqueza eterna.

En el capítulo anterior, vemos otra instancia de Jesús haciendo la misma observación increíble. Él dice: "Si alguno desea ser el primero, el mismo será el último de todos, y el servidor de todos". (Marcos 9:35) Aquí el énfasis está en nuestra relación con los demás. Una vez que hayamos vendido todas nuestras posesiones, debemos ocuparnos en servir a los demás. Creemos que la razón principal por la que se nos ha ordenado renunciar a todo, es para deshacernos de cualquier exceso de equipaje que nos impida hablar la Verdad y ayudar a otras personas en maneras prácticas.

Lamentablemente, el mundo suele despreciar a los sirvientes, mientras eleva a los que están siendo servidos. Es alentador saber que Dios hace todo lo contrario. Se nos dice que si elegimos humillarnos tomando el último lugar, él nos subirá más arriba (Lucas 14:8-11). Pero si en vez de eso, nos posicionamos por encima de todos los demás en este mundo, es probable que enfrentemos una realidad muy diferente después de morir (Lucas 16:19-26).

La tercera instancia donde Jesús hace este mismo punto es al final de Lucas 13:23-30

"Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo: Esfuércense a entrar por la puerta angosta; porque les digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. No sea que después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empiecen ustedes a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo les dirá: No sé de dónde son ustedes.

"Entonces comenzarán ustedes a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste. Pero él les dirá: Les digo que no sé de dónde son ustedes; apártanse de mí todos ustedes, hacedores de maldad. Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y ustedes estén excluidos. Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Y he aquí, hay postreros que serán primeros, y primeros que serán postreros."

En el contexto aquí, las personas que hacen suposiciones sobre su salvación basadas en su afiliación religiosa son expulsadas del Reino de Dios, mientras que "todos los profetas" y aquellos "del este, y del oeste, y del norte, y de el sur" logran entrar al Reino. Creemos que este pasaje habla de que nuestra sinceridad es mucho más importante que nuestra teología. No es suficiente empezar por el camino correcto. Más bien, se necesita toda una vida de sinceridad para llegar finalmente al Reino de los Cielos.

Cuando Jesús regrese, podemos sorprendernos al encontrar personas sinceras de diferentes naciones y de diferentes tradiciones religiosas que tienen la puerta del Reino abierta para ellos. Al mismo tiempo, aquellos de nosotros que nos convencimos de que teníamos el estatus o religión correcta, mientras nos olvidamos de dedicar nuestras vidas a la búsqueda del amor, seremos excluidos. Algunos otros versículos que apoyan esta idea son: Mateo 7:21-23, 1 Juan 4:7, y Mateo 25:31-46.

La cuarta instancia de Jesús haciendo este mismo punto está en Mateo 20:1-16. Aquí Jesús dice: "Así, los primeros serán últimos, y los últimos primeros: porque muchos son llamados, pero pocos escogidos". Esto viene al final de la parábola de los trabajadores. En esta parábola, los trabajadores que son contratados al comienzo del día se enojan con el Señor de la viña después de que él decide pagarles el mismo salario que recibieron los que él contrató más tarde, incluso justo al final del día.

El problema con los trabajadores gruñones es que cuando llega el fin del día, ellos ya se han deslizado espiritualmente. De hecho, es posible que su actitud al final pueda traicionar que ya tenían una actitud incorrecta desde el principio. Renunciar a todo, servir a los demás y reconocer la sinceridad en los demás no debe ser visto como una carga pesada; debería ser visto como un privilegio.

Cuando venimos por primera vez a Dios, generalmente nos sentimos agradecidos por haber tenido una segunda oportunidad. Jesús dijo que vino a "llamar a los pecadores al arrepentimiento". (Lucas 5:32) A la luz de esto, es ridículo que nosotros, los "pecadores", pensemos que somos justificados en estar enojados con Dios por permitir que otra persona disfrute de la misma recompensa que nosotros (es decir, la recompensa de estar más cerca de Dios), ¡independientemente de cuándo Dios decidió rescatarlos!

En Apocalipsis 2:2-5, Jesús exhorta a los "trabajadores pacientes" de la Iglesia en Éfeso "a que se arrepientan y hagan las primeras obras" porque han "dejado su primer amor". En el versículo 7 de la parábola de los obreros (mencionado anteriormente), Jesús dice: "(el Señor) les dijo: Vayan también ustedes a la viña; y todo lo que sea justo, eso recibirán". Vemos que esto implica que la justicia es su propia recompensa, y que hacer buenas obras con la actitud correcta ES el Reino de los Cielos.

Podemos renunciar todas nuestras posesiones y pasar años trabajando para Dios y para los demás. Sin embargo, si perdemos la gratitud que debe ir de la mano con el servicio, entonces nuestros esfuerzos probablemente serán en vano (1 Corintios 13:3).

Creemos que algo que Jesús estaba tratando de enfatizar en la parábola de los trabajadores es la importancia de que nos dé inspiración para trabajar más cuando vemos que otros tienen éxito en asuntos espirituales. Este es un mejor uso de nuestro tiempo y energía que sentir rencor por haber estado trabajando durante tanto tiempo por una "recompensa tan pequeña". Si hemos sentido lo último, tal vez nuestros esfuerzos se orientaron más hacia la construcción de nuestros pequeños reinos que a la construcción del verdadero Reino de Dios. Tal vez es por eso que nuestra recompensa se sintió tan miserable en primer lugar. Ciertamente, el tamaño de nuestra recompensa parece ser proporcional a la sinceridad de nuestra actitud, y esta última está firmemente bajo nuestro control.

Jesús dijo: "cuando ustedes hayan hecho todas las cosas que se les han sido ordenadas, digan: "Somos siervos inútiles. Hemos hecho sólo lo que era nuestro deber". (Lucas 17:10) Refiriéndose a los "últimos días", Jesús también nos ordenó: "Velen, pues, y oren siempre para que se les considere dignos de escapar de todas estas cosas que sucederán y de estar en pie ante el Hijo del hombre". (Lucas 21:36) Naturalmente, solo podemos orar que "se nos considere dignos" si primero podemos reconocer nuestra falta de merecimiento. Es este reconocimiento al que debemos aferrarnos, si deseamos "permanecer hasta el final para ser salvos". (Mateo 10:22)

En conclusión, ¡hay bastante trabajo que debemos hacer para ser considerados "dignos" para entrar al Reino de Dios! Después de renunciar todas nuestras posesiones y humillarnos como niños pequeños, debemos convertirnos en los sirvientes de todos. Además, debemos permanecer en oración y reconocer continuamente nuestra propia falta de merecimiento. Por último (o quizás se debería decir "en primer lugar") nunca debemos perder de vista nuestro primer amor: estar en la presencia de Dios y mantener nuestro entusiasmo por servirle a Él por encima de todo. ¡Algunos pueden decir que es una tarea difícil! Pero, es el camino estrecho que se nos indica seguir si deseamos ser los "primeros" realmente... ya sea después de morir, o cuando Jesús, el "Autor y Consumador de nuestra fe", regrese por sus pocos fieles.


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