Todos hemos sufrido el aburrimiento en un momento u otro.  La sensación de que no estamos logrando nada... que todo lo que estamos haciendo ahora ya lo hemos hecho mil veces... que debe haber más en la vida que esto.

Pero el aburrimiento, como la depresión, va y viene.  Lo que te aburrió ayer te puede absorber por completo hoy.  ¿Cuál es la diferencia?

Aparte de algunas posibles explicaciones biológicas, tiene mucho que ver con las motivaciones.  Lo importante no es lo que hacemos, sino por qué lo hacemos.

El infierno fácilmente podría ser una eternidad de jugar a los naipes... mirar películas... o comer uvas.  Cualquier actividad placentera se puede volver una tortura si nos vemos forzados a repetirla indefinidamente.

Pero agrega algunos amigos y una conversación estimulante al juego de naipes...  agrega una semejanza entre la acción de la película y algunos problemas que te están pasando en la vida real... agrega el hecho de que no comiste en todo el día a las uvas... y de repente regresa el entusiasmo por la vida.

El ingrediente máximo para hacer la vida emocionante es saber que estás invirtiendo en la eternidad.  Cuando cada nueva experiencia es una aventura que estás compartiendo con Dios, comienzas a descubrir "la vida en toda su plenitud". (Juan 10:10)

"Así que, si ustedes comen o beben, o hacen alguna otra cosa," dice Pablo, "háganlo todo para la gloria de Dios." (1 Corintios 10:31) O, de forma más negativa, "Todo lo que no proviene de fe (o que no se hace por convicción, de acuerdo a la versión Reina Valera Contemporánea) es pecado." (Romanos 14:23)

Tendemos a pensar en el pecado en términos de indulgencias egoístas. Pero así como la virtud a veces es su propia recompensa, el pecado puede ser su propio castigo. "Todo lo que no proviene de fe es pecado."

Incluso cosas como el sexo, las drogas y la comida rica pueden volverse repugnantes cuando se convierten en fines en sí mismos, o cuando pierdes de vista tus razones de quererlos... tu fe en que son parte de un plan más grande.

Hace años, un amigo tuvo una anestesia general que le produjo un efecto secundario espantoso.  Mientras salía de la anestesia sintió que había perdido su propósito de vida, y que no podía encontrar a Dios.  Durante un período breve se sintió suicida.

Bueno, la mayor parte del mundo aprende a vivir con este mismo sentimiento horrible todos los días.  Aunque aprenden cómo suprimirlo a su subconsciente la mayoría del tiempo, externalizan esta realidad interna al llenar sus vidas con distracciones y con un frenético esfuerzo por evitar pensar hacia donde nos lleva todo.  Están perdidos en su propio sinsentido.

Después de la muerte y resurrección de Cristo, él instruyó a sus seguidores a no hacer nada... que simplemente esperaran en Jerusalén hasta que recibieran el poder de Dios que cambiaría sus vidas. (Lucas 24:49)  Si practicáramos más el esperar en Dios por dirección y propósito, la vida podría ser mucho más satisfactoria.  Si comenzáramos cada día con un tiempo de escuchar a Dios en privado, podríamos vencer el estado de abatido aburrimiento.

Isaías 40:31 dice: "Los que confían en el Señor recobran las fuerzas y levantan el vuelo, como las águilas; corren, y no se cansan; caminan, y no se fatigan."

Y agregaríamos, "... harán las cosas más triviales día tras día sin una pizca de aburrimiento".


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