Solía subir una colina como parte de mi entrenamiento atlético. Mi objetivo era llegar a la cima sin parar. Después de repetidos fracasos, comencé un juego conmigo mismo. La colina era un inquisidor malvado, tratando de obligarme a negar mi fe. Si me detenía, había negado a Cristo.

Día tras día salía decidido a no rendirme. Pero el sol del desierto inevitablemente desgastaría esa resolución y me dejaría derrotado antes de llegar a la cima. Nunca me desmayé, ni tuve calambres; no tuve problemas respiratorios graves; incluso me permití bajar el ritmo al trote más lento posible. Pero aún así llegó el momento, en que mi voluntad se agotó y me negué a seguir corriendo.

Como Pedro, quien aseguró que nunca negaría a Cristo, descubrí que estaba hecho de algo bastante débil (Lucas 22:34).

Nunca podría aceptar la enseñanza de que mi voluntad no juega ningún papel en mi salvación, de que solo soy una marioneta, destinada a ser buena o mala según el capricho de Dios. Pero esa experiencia en la colina, me enseñó a no aceptar que mi salvación tampoco depende completamente de mi fuerza de voluntad.

El idealismo puramente intelectual es fácil... pero con frecuencia falla en cumplir con lo prometido cuando más se lo necesita. En última instancia, cada uno de nosotros depende de la gracia de Dios para lograrlo... aunque a menudo no estamos conscientes de eso.

Puede que llegue el día en que tengamos que enfrentar ser torturados a causa de nuestra fe. Mientras tanto, existen otras herramientas de engaño que pueden alejarnos de Dios. Demasiada arrogancia acerca de cuán fieles seremos en el futuro, puede ser todo lo que se necesita para llevarnos a nuestro fin espiritual.

Aquellos de nosotros que creemos que podemos garantizar nuestra justicia a través de seguir al pie de la letra ciertas doctrinas, también estamos condenados. Dios ha construido la Verdad de tal manera, que solo puede ser señalada por argumentos o enseñanzas racionales. Las palabras por sí solas nunca la poseerán completamente...y serán las palabras las que nos llevarán por mal camino, si confiamos solo en ellas.

Todas nuestras enseñanzas y toda nuestra fuerza de voluntad deben estar dirigidas a rogar por la misericordia de Dios, suplicando por Su gracia y fortaleza para que nos ayude hasta el final. Lo mejor que podemos hacer es “estar dispuestos a estar dispuestos”.

Si alguna vez llegamos a la cima de la colina, no será por esperar abajo a que Dios nos lleve volando hasta la cima. Pero tampoco lo lograremos solo a través de nuestra fuerza de voluntad. Nuestra voluntad debe fusionarse con Una superior a la nuestra.

¿Estás dispuesto a estar dispuesto?


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