La anarquía y el pacifismo están estrechamente relacionados en términos de la ideología de la que han surgido. Por esta razón, nos gustaría hablar sobre ellos en un solo artículo, comenzando primero por la anarquía para luego continuar con el pacifismo.

Desafortunadamente, la anarquía (que literalmente significa 'gobierno por nadie') se ha ganado una mala imagen en la mente de los no iniciados. El público en general relaciona este concepto con un mundo 'a lo loco' como el de Charles Manson, lleno de odio y caos; pero esto no es lo que la mayoría de los anarquistas imaginan cuando usan la palabra. Algunas de las personalidades del mundo han dado consideración seria al concepto de anarquía. León Tolstoi y Henry David Thoreau, por ejemplo, fueron considerados anarquistas. Es casi seguro que muchas personas que no se consideran a sí mismos anarquistas abarcan por lo menos algunos de los ideales que propugnan los anarquistas serios.

Para el anarquista sincero, el objetivo es un mundo donde cada persona es responsable de sus propias acciones. El mal no es controlado por medio del castigo, sino más bien a través del claro ejemplo de la genuina bondad que emana de los propios anarquistas. Tolstoi vio este enfoque radical a la justicia personificado en las palabras de Jesús cuando dijo: "No resistáis al que es malo... amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen" (Mateo 5:39-44).

Este concepto de tratar el mal solo a través de la bondad personal muestra cómo la anarquía y el pacifismo están vinculados.

Muchos anarquistas ven las formas pacíficas de la desobediencia civil y la no violencia activa como formas eficaces para cambiar el mundo. El movimiento de Gandhi para liberar a India de los británicos y el movimiento de Martin Luther King por los derechos civiles de los afroamericanos en los Estados Unidos utilizaron estas técnicas. Pero estos movimientos fueron ganados de mano por los primeros cuáqueros, quienes fueron los pioneros en el campo de la igualdad de "igualdad de derechos", sin distinción de raza, religión o sexo.

Los ideales de la anarquía y el pacifismo se reflejan hoy en gran parte en el movimiento de la Nueva Era y en los movimientos políticos izquierdistas. Entre estos movimientos hay un fuerte deseo por la paz mundial y por una nueva era utópica de responsabilidad personal.

Desafortunadamente, también hay algunos problemas con este enfoque.  Es hacia estos problemas que queremos dirigir la atención ahora.

Hemos descubierto que, cuando no puede desviarnos de la obediencia a Jesús, el diablo suele tomar algunas de las enseñanzas de Jesús y trata de ampliarlas para cegarnos de la forma que esa enseñanza trabaja en conjunto con el resto de lo que Jesús enseñó. Por ejemplo, es muy raro encontrar a alguien que esté dispuesto a abandonar todo lo que tiene para vivir por fe. Pero hemos conocido personas dispuestas a vivir por fe que estaban convencidos de que nunca debían pedir o recibir ayuda material de otras personas. Ellas argumentaban que Dios debía traerles las provisiones sin ningún esfuerzo de su parte. Dios ciertamente puede hacer tal cosa, y sabemos por nuestra propia experiencia que muchas veces lo ha hecho. Es encomiable que la gente esté dispuesta a considerar tal cosa. Sin embargo, no hay nada en las enseñanzas de Jesús que prohíba pedir y recibir ayuda.

De hecho, lo contrario es cierto. Jesús enseñó: "en cualquier ciudad o aldea donde entréis, averiguad quién es digno en ella, permaneced entonces en esa casa, comiendo y bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su salario" (Mateo 10:11 y Lucas 10:7).

Algunas personas se han desilusionado porque la provisión no llegó cuando no pidieron ayuda a los demás, mientras que otros se han creído demasiado 'espirituales' porque la provisión sí llegó sin haberla pedido. Es muy fácil pedir que otros sigan un ideal que Jesús nunca les obliga a seguir, especialmente cuando ese ideal trabaja fácilmente para ellos mismos. Pero debemos tener cuidado de no poner una carga pesada en otros, una que Jesús nunca les pidió cargar.

Un problema similar puede surgir con respecto a la anarquía. El anarquista puede ser como el cristiano "no denominacional" que insiste en que solo las demás son "denominaciones" y que su denominación en particular es algo muy diferente a las otras divisiones. Los anarquistas pueden ser orgullosos por el hecho de que no tener gobierno, ni líderes o reglas, por no tener que rendir cuentas, no tener disciplina, y (supuestamente) sin justicia propia. Pero terminamos en la opción entre una persona que es (por lo menos, susceptible de ser) orgulloso de lo que hace, y una que es (por lo menos, susceptible de ser) orgullosos de lo que no hace. No se puede escapar del riesgo de volverse orgulloso, egoísta o de emitir un juicio solo por adoptar la anarquía.

El "gobierno por nadie" todavía es gobierno, y tenemos que examinar qué tan bien funciona en comparación con el gobierno del pueblo (democracia), el gobierno de Dios (teocracia), el gobierno de un rey (monarquía), el gobierno por un dictador (autocracia), etc. Por ejemplo, ¿hizo Tolstoi más para Dios y para el mundo que los anabaptistas? Los anabaptistas establecieron iglesias y se convirtieron en el objetivo de las fuerzas políticas opuestas. Tolstoi vivió hasta una edad avanzada, mientras que los anabaptistas fueron perseguidos y ejecutados.  Tolstoi fue capaz de hacer esto, al menos en parte, porque pudo asegurar a sus enemigos que no estaba construyendo un imperio para rivalizar con ellos. Los campesinos fueron animados a quedarse como humildes campesinos trabajando duro para sus amos y no alterar el statu quo. Tolstoi, incluso alardeó de que la gente que vivía así sería muy querida por todos. Pero esto no es lo que Jesús enseñó.

Tolstoi argumenta de manera convincente contra la ayuda cristiana a los tribunales del mundo sobre la base de que no hay que "juzgar" a los demás. Pero en su argumento pasó juicios mordaces en contra del gobierno y la iglesia de su tiempo. Nosotros estaríamos dispuestos a tomar una posición similar.  Es decir, juzgamos a las iglesias y a los gobiernos del mundo como falsificaciones del gobierno perfecto que Dios desea establecer en cada uno de nuestros corazones. Pero no debemos olvidar que la línea entre el juicio justo y del juicio "farisaico" (o francamente, malo) no siempre es claro.

Y ahí es donde entran los pacifistas. Ofrecen un método sencillo para diferenciar entre lo físico y lo espiritual, entre lo que consideran un mal juicio y un juicio legítimo o justo. Si alguien toca físicamente, hiere o mata a otra persona, dicen que el juicio de esta persona es erróneo y debe ser condenado. Las atrocidades de la guerra y la ejecución de criminales son consideradas como los peores ejemplos de juicio y los pacifistas atacan esto enteramente, independientemente de las circunstancias atenuantes. No hay comparación, dicen, entre ese tipo de juicio y el juicio que ellos hacen para condenarla.

Pero aquí hay una trampa en la que muchos idealistas caen. Si se puede demonizar a la oposición (en este caso, a los militares y a los tribunales), esto puede servir como una excusa conveniente para ocultar los demonios que se esconden dentro del corazón. Jesús enseñó que el verdadero pecado no fue limitado a la violencia y el asesinato, sino más bien el odio y la amargura, que parece afectar a todos.

Es fácil decirle a los palestinos que amen a los israelíes que acaban de asesinar a sus padres y madres, sus hermanas y hermanos, o a sus hijas e hijos. Y es fácil decir lo mismo a los israelíes con respecto a los actos de violencia a los que han sido sometidos por los palestinos. Pero ¿qué estamos haciendo con nuestros propios dolores y diferencias? Alguien tiene toda la razón cuando dice que la solución en Israel se encuentra en ofrecer la otra mejilla, en perdonar los pecados del pasado, en un diálogo constructivo y con unidad. Pero es demasiado fácil ser petulante y condenarlos por su falta de virtud cristiana, cuando ni siquiera hemos empezado a apreciar cuánta paciencia ya han mostrado. Podríamos llegar a ser culpables de la peor hipocresía si tratáramos de juzgarlos por su amargura cuando nosotros tenemos amargura en nuestros corazones debido a injusticias más triviales, algunas de las cuales incluso pueden ser totalmente imaginarias.

Claro que sí deberíamos animar a los ideales pacifistas de amar a sus enemigos.  Y más, queremos intentar practicar esos ideales, no solo con nuestros enemigos, sino también con nuestros hermanos y hermanas en Cristo. Pero iríamos a la ligera si predicáramos esto a un mundo que todavía no nos ha visto practicar lo que estamos tan listos para demandar de ellos.

La verdad es la verdad, es decir, la verdad de que necesitamos más humildad, paciencia, amor y misericordia).  Pero cómo se presenta esa verdad hace una gran diferencia. Jesús no hizo distinciones entre la violencia física y la espiritual. Él reconoció al enemigo tanto en alguien que grita obscenidades a su hermano, como en alguien a que le dispara fuego con una ametralladora (Mateo 5:22). 

De hecho, todo acerca de la vida de Cristo parece indicar que Él vio la agresión abierta de una nación en guerra (por ejemplo, el Imperio Romano) menos abominable que el piadoso encubrimiento de la guerra "farisaica" del corazón. Por ejemplo, aunque su gente fue oprimida por los romanos, Jesús aún encontró un centurión digno de su alabanza (Lucas 7:9). Para Jesús, lo que marcaba la fe en alguien no estaba restringido ni por el uniforme militar del opresor de su gente. Jesús veía más allá del exterior y miraba el corazón.

Hace poco leímos algo que parecía estar diciendo que uno de los puntos claves en el programa de cuáqueros para la paz mundial es un gobierno mundial muy fuerte bajo los auspicios de las Naciones Unidas. Muchos años de experiencia han demostrado a los cuáqueros que la verdadera paz requiere disciplina de una clase u otra.

Los cuáqueros es un movimiento cristiano que ganó mucha fama en EE.UU en el siglo 16. Ellos ponen énfasis en principios como la igualdad de todos, incluso las mujeres, y tienen una firme posición contra la violencia. Los cuáqueros fueron clave en la lucha contra la esclavitud en EE.UU, y fueron los que iniciaron muchas organizaciones importantes como Amnistía Internacional, Greenpeace y muchas otras.

En los años anteriores de la Guerra Civil de los Estados Unidos un gran número de personas se alinearon con los pacifistas cuáqueros. Pero cuando la guerra estalló, casi todos los demás renunciaron a sus ideales. No pudieron resistir la tentación de tomar armas cuando no veían otra manera de detener el mal de la esclavitud. Casi todos los cuáqueros, por el contrario, se mantuvieron fieles a su compromiso a la paz. La paz no fue solo una moda superficial para ellos, sino algo que habían aprendido, a través de experiencia amarga, requeriría una disciplina extrema de su parte.

Desafortunadamente, hay indicios preocupantes de que hoy en día el compromiso de los cuáqueros con la paz, al menos para muchos, ha sido acompañado por una falta de compromiso con Jesús. De la misma manera que muchos otros en las iglesias, se han alejado del tipo de disciplina cristiana que sus primeros fundadores tuvieron, y les ha llevado a abogar por una forma de disciplina terrenal; es decir, un gobierno mundial fuerte, supervisado por la ONU, que creemos (de acuerdo a nuestro entendimiento de profecía bíblica) dará lugar al peor sufrimiento que el mundo haya conocido. Si la gente no elige ser disciplinada por Dios, con el tiempo, será disciplinada por el dios de este mundo. Hay en el movimiento por la paz (y la anarquía que lo acompaña) engaño suficiente como para que algunos crean que están predicando el evangelio de Cristo, cuando en realidad pueden estar predicando el evangelio del anticristo. Tenemos que aprender a distinguir la diferencia.

Hay cuatro mentiras insidiosas que creo que han contribuido a la perversión que existe actualmente en el movimiento por la paz. Deben ser atendidas en nuestras propias vidas si no queremos ser engañados espiritualmente. Recuerda que estas perversiones no menosprecian la verdad sincera que empezó el movimiento por la paz en primer lugar. Sin embargo, la biblia dice que cuando el mundo diga "¡Paz!" destrucción repentina vendrá sobre él (1 Tesalonicenses 5:03). Si no nos ocupamos de estas cuatro mentiras personalmente y en serio, la "destrucción repentina" puede ser el resultado final para nosotros como individuos.

MENTIRA NO. 1: El dolor es malvado. Esta mentira pasa por alto el hecho de que el dolor es la manera que el cuerpo nos advierte que algo está mal. Una alarma en un automóvil o en una tienda no es malvada, aunque el ladrón que esté entrando pueda serlo. La alarma es nuestra manera de tomar conciencia de la verdadera maldad y tratar con ella. Cuando los niños (o adultos) son castigados de alguna forma física, el dolor que experimentan es una manera de llamar su atención y decirles que algo está mal; es decir, que algo tiene que cambiar. Hay otras maneras de generar esta conciencia, además de infligir dolor; pero el infligir dolor es una opción, y no debe ser universalmente descartada, aunque no necesariamente sea la forma más eficaz de generar esta conciencia. Hasta cierto punto, el dolor físico hecho con amor puede hacer menos daño a un individuo que el uso insensible de palabras dañinas o, peor aún, la negligencia. Lo que importa más es el amor.

MENTIRA NO. 2: La disciplina es malvada. Historias de horror sobre los padres que castigan a sus hijos y sobre las organizaciones que requieren que sus miembros cumplan con ciertos estándares se utilizan para apoyar la actual tendencia en contra de la disciplina. El verdadero problema para nosotros como cristianos no debería ser si un grupo o una persona ejercen disciplina, sino asegurarse de que los objetivos generales de la disciplina están en sintonía con la voluntad de Dios. Si no examinamos la disciplina de esta manera, vamos a terminar condenando a Dios mismo por hacer demandas a sus hijos y por castigar a aquellos que no cumplen con sus demandas.

MENTIRA NO. 3: La vida es Dios. Es la naturaleza de la "criatura" aferrarse a la vida todo lo que puede. Sin embargo, el Creador nos ha dicho que hay algo más grande que esta vida, si tan solo pudiéramos desatarnos de todo a lo que ahora estamos desesperadamente aferrados (Romanos 1:25). Gente muere todos los días y Dios parece intervenir en raras ocasiones, a pesar de que podría hacerlo todo el tiempo si quisiera. Él no actúa porque la muerte, para Él, es más o menos un mito. Debemos evitar que nuestra repugnancia natural hacia la muerte nos lleva a condenar todo lo que lleva a la muerte. Como Sócrates dijo: "No es la vida, pero la vida buena es que se valora principalmente".

MENTIRA NO. 4: El poder es malvado. Es fácil que el cínico crea que "todo el poder corrompe", pero aún si eso fuera cierto, no probaría que el poder mismo es malvado. La verdad es que Dios mismo es a la vez omnipotente y absolutamente bueno. Y Él desesperadamente busca a gente que pueda utilizar el poder y la autoridad que le quiere dar de una manera justa y amorosa. Una guerra contra todo el poder es una guerra contra Dios.

La filosofía anarquista es un medio conveniente para escapar de nuestra responsabilidad de ejercer liderazgo (y también un medio conveniente de escapar de nuestra necesidad de respetar la autoridad de Dios en los demás). Cada parte de nuestra vida se hace significativa y productiva a través de la organización. No hay nadie que esté totalmente libre de organización.  Aquellos que están más desorganizados son, generalmente, los que logran muy poco en sus vidas. Personas como George Fox (a quien se le atribuye la fundación del cuaquerismo), León Tolstoi, Mahatma Gandhi, Martin Luther King y Jesucristo, han sido personas muy organizadas y disciplinadas. Cada uno de ellos ejerció un gran liderazgo en su propio camino y guiaron a muchas personas como consecuencia.

Cualquier persona que haya logrado algo significativo en la tierra lo ha hecho a través de la disciplina. Podemos reaccionar a los abusos de poder que vemos a nuestro alrededor, y podemos huir de la responsabilidad y enviar a otros a "seguir su propia conciencia".  Lo importante es si lo hacemos en fe y en obediencia a Jesús, o si solo lo hacemos por miedo y, por tanto, convertiéndonos en instrumentos del diablo.

Hemos descubierto que no hay gobierno perfecto aquí en la tierra, y eso incluye a la anarquía. Siempre habrá abusos en cualquier sistema que elegimos.  Pero el tener una filosofía que utiliza la anarquía y/o los principios pacifistas no actuará como una garantía suficiente contra abusos. El resultado final debe ser nuestra propia voluntad para seguir a Dios en cualquier dirección que Él elija. A menos que podamos hacer frente a las fuentes del mal en nuestro propio corazón, estas filosofías (como cualquier otra) demostrarán ser inútiles para superar el mal.


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