Yo conozco tus obras, tu arduo trabajo y tu perseverancia, y que no puedes soportar a los malos, has probado a los que se dicen ser apóstoles y no lo son, y los has hallado mentirosos.  Has sufrido, has sido perseverante, has trabajado arduamente por amor de mi nombre y no has desmayado. Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor.
(Apocalipsis 2:2-4)

Esta nota de Jesús a algunos de sus seguidores describe un problema que a menudo surge en matrimonios tanto como en nuestra relación con Dios. Hay una lección aquí que podemos aplicar a nuestro trato con otros cristianos también.

Durante un noviazgo el amor es sumamente emocional, inmaduro, y basado principalmente en la propuesta emocionante de que la otra persona te quiere. Con tiempo, aprendemos a ser fieles, tanto a dar como a recibir, y a perdonar. Todo esto ayuda a producir un amor superior, del que tristemente se carece hoy en día.

Pero hay aspectos del amor de noviazgo que necesitan ser conservados y nutridos durante un matrimonio. Es verdad que las emociones no son tan importantes como la fidelidad; pero aun así siguen siendo importantes. Esas emociones normalmente nacen de nuestra convicción de que la otra persona nos ama, y nos ayudan a mantener una perspectiva positiva sobre la otra persona, incluso cuando experimentamos desafíos en la relación.

En nuestro servicio a Dios, no deberíamos perder de vista el hecho de que lo que Él nos ha dado son buenas noticias. Es cierto, quiere que seamos fieles y obedientes. Él quiere que renunciemos a todo en obediencia a Él y que vayamos por todos lados enseñando a los demás a hacer lo mismo. (Mateo 28:19-20) Pero es muy fácil ver esto como malas noticias en vez de las noticias emocionantes e inspiradoras que son. La base de todo lo que Dios nos pide viene del hecho de que Dios nos ama inmensamente y quiere que nuestras vidas sean completas y gratificantes.

En una comunidad de creyentes que trabajaban a tiempo completo para Dios, fue visitada por un amigo de hace muchos años que no tenía el mismo compromiso hacia la obra que "los miembros" tenían.  Los miembros estaban preocupados por el efecto que el amigo causaría en la comunidad si no estuviera en completa unidad con los demás.  Sin embargo, uno de los miembros sugirió que los demás trataran al amigo como una visita no más, sin esperar nada de él, y así no ser decepcionados cuando no cumpliera con las expectativas de los demás.

Ese enfoque funcionó tan bien que el amigo no sólo quiso profundizar su amistad con la comunidad, sino que empezó a querer acercarse a Dios también.  Dejó de fumar, perdió peso, hizo más ejercicio de lo que había hecho en muchos años, y luego anunció que quería tomar una decisión de dedicar su vida a Cristo, aun hasta el punto de renunciar a todas sus posesiones y empezar a vivir por fe a tiempo completo.

Pero luego, el amigo se dio por vencido y se fue de la comunidad.  Algo falló en su entendimiento del porqué estaba allí y en su relación con Dios y con los demás.  

En parte, el problema es que "el noviazgo" se había acabado.  Ya había pasado la luna de miel, y de repente el muchacho se encontraba como un "miembro de la comunidad", con todas las responsabilidades y compromisos que eso implica. Los miembros necesitan ser disciplinados para ser "discípulos". Los miembros se corrigen los unos a los otros cuando fallan en cumplir con alguna responsabilidad. Se les puede pedir que se apuren, que rindan cuentas por el uso de su tiempo y dinero, que renuncien algunos de sus intereses personales para el bien de la comunidad, que cumplan con su porción del trabajo, etc. Y ahí fue cuando el nuevo converso, trágica y repentinamente, cambió su posición con respecto a su decisión de seguir a Cristo.

Obviamente cualquier grupo (y especialmente uno en cual muchas personas viven juntas en condiciones muy cercanas todos los días) debe tener algunas reglas; y  tales reglas deben ser respetadas, si es que se va a mantener la unidad. Pero los nuevos conversos no siempre entienden las razones por cual se establecieron las reglas; y como resultado, ven las reglas como "leyes" despreciables... como las tradiciones sin sentido que a menudo condenamos en las organizaciones más grandes y antiguas.

Tal vez deberíamos sentirnos libres para desobedecer las reglas antes de que podamos realmente entenderlas. Esto fue la ventaja que tuvo el hijo pródigo sobre su hermano mayor. Cuando regresó a casa después de un tiempo de "independencia", tenía mucha más experiencia en qué basarse, que su hermano mayor que jamás se había atrevido a cuestionar lo que hacía. (Lucas 15:11-32)

Tristemente, en la realidad, la mayoría de los hijos pródigos nunca regresan; y lo que escuchamos de ex-miembros de varias comunidades, es que a menudo no vuelven por temor a ser criticados.

Hemos notado en conversaciones con ex-miembros de varias comunidades que muchas veces hablan como si nunca hubieran oído las enseñanzas más básicas de donde se fueron. Esto parece ser un indicio de que todo el tiempo que estuvieron allí, estaban solamente diciendo que estaban de acuerdo con cosas que en realidad nunca entendieron.

Tomando eso en cuenta, tal vez si nosotros no esperáramos que las personas se pusieran de acuerdo inmediatamente con todo lo que enseñamos, podrían crecer hacia un entendimiento más completo sobre nuestras enseñanzas, poco a poco.

Hemos notado ciertas cualidades en personas que a menudo tienen éxito en inspirar y atraer a gente a sumarse a una comunidad cristiana como la nuestra. A menudo el secreto es que presentan las enseñanzas de Jesús como buenas noticias. Contagian a las personas con su entusiasmo sobre la posibilidad de ser libres de las cadenas del sistema, y libres para hacer las cosas que realmente importan en sus vidas. Por supuesto, algunas de las personas que son atraídas de esa forma luego se dan por vencidas cuando enfrentan la necesidad de disciplinarse espiritualmente (ser un discípulo); pero por lo menos lo intentan. Varios de los que llegan a la comunidad así también han perseverado y han crecido hasta ser líderes.

La iglesia en Éfeso trabajaba arduamente y con fidelidad, y exponían a los falsos maestros de su día, quienes justificaban la desobediencia (Apocalipsis 2:2-3). Jesús los alaba por esto. Pero agrega, casi con un suspiro, "Sin embargo... has dejado tu primer amor". El romance del "primer amor" no es necesario para la salvación; pero sin esos sentimientos positivos e inspiradores, nuestra relación con Dios (y con los demás) puede transformarse en una tarea pesada que tenemos que cumplir por obligación.

¿Cuál fue tu primer amor con Dios? ¿No fue el amor que describía Juan cuando dijo "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros."? (1 Juan 4:10) Piensa un momento en el amor romántico entre seres humanos. ¿Acaso no es la emoción de encontrar alguien que confía en ti, o que te muestra interés lo que te emociona en la relación, o que alguien se comprometa a cuidar de ti y protegerte?

El "primer amor" para nosotros como cristianos es recordar principalmente que "cuando éramos aun pecadores" Cristo nos amó lo suficiente para morir por nosotros. (Romanos 5:8)

Es muy claro que Jesús requiere la obediencia en fe; pero todo lo que nos pide, aun las partes que parecen ser sumamente duras, están empapadas con dulces recordatorios sobre su amor, y su deseo de darnos lo mejor. (Juan 15:11-16)

Debemos tener esto en mente cuando exigimos cosas el uno del otro. Los líderes tienen el derecho de esperar que todos sigan las reglas de la comunidad, y de corregir a los demás cuando fallan en cumplir con sus responsabilidades. Pero si Dios puede aguantar tan tranquila y pacientemente toda la desobediencia de la raza humana por tantos años, tal vez nosotros también podemos darle a la gente un poquito más de tiempo para desarrollar un entendimiento personal sobre las razones por cuales existen algunas de las reglas, antes de que seamos demasiados ansiosos para implementarlas.



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