Tenemos un amigo que piensa que es uno de los dos testigos del Apocalipsis. A lo largo de los años hemos tenido varios amigos que pensaban que eran uno de los dos testigos. Es difícil decir cuántos otros han alimentado la idea de ser ellos sin salir a decirlo. Como hemos dicho anteriormente, no hay nada malo en aspirar a tal ministerio. Pero se necesita más que altas aspiraciones para alcanzar realmente esa "grandeza".

Jesús dijo que cualquier persona que quiere ser grande debe estar dispuesta a ser un siervo, de la misma forma en la que Él se convirtió en el Siervo Sufriente de Dios. Hay muchas maneras diferentes en las que esto podría aplicarse en las vidas de cada uno de nosotros.

Nuestras aspiraciones pueden no ir tan lejos como el deseo de ser uno de los dos grandes profetas del fin de los tiempos, pero hay en cada uno de nosotros, por lo menos un pequeño anhelo de hacer algo que valga la pena con nuestras vidas, poder influir en otras personas, ser respetado, recordado e incluso venerado por alguien. Pero en cada uno de estos casos, nuestra verdadera grandeza será un reflejo de nuestra capacidad de soltar todo deseo de grandeza.

Existen casos de enfermos mentales que están tan obsesionados con su propia importancia que otros solo pueden sentir lástima por ellos. Por lo general, no tienen suficiente disciplina (u honestidad) para seguir avanzando en cualquiera de sus reivindicaciones. Incluso, cuando sus credenciales son expuestas como las falsificaciones que son (por ejemplo, cuando predicen un desastre que no ocurre), simplemente aumentan su autoengaño diciéndose a sí mismos que su humillación es "persecución". Viven para ver el día en el que serán reconocidos por su grandeza. No tienen en sus vidas otro motivo que los mantiene enfocados más que ese.

Obviamente, muy pocos de nosotros estamos tan engañados. Pero hay muchos diferentes grados de engaño espiritual que progresan gradualmente hacia los delirios de grandeza clínicamente evaluados. Incluso los clínicamente engañados recogen algunas pistas en el camino. Aprenden a dar la impresión de que no están reclamando grandeza por sí mismos (al mismo tiempo que dejan una gran cantidad de pistas con la intención de que otros pueden "descubrir" cuán grande son). Ellos aprenden a halagar, dar regalos a otros, ayunar, orar o realizar otros actos de disciplina religiosa, admitir debilidades, etc. Pero el objetivo final es siempre el mismo: que los demás descubran lo grandiosos que son.

No hay una línea divisoria clara que nos permita decir cuándo el autoengaño ha cesado y cuándo la verdadera habilidad profética ha comenzado. Y la razón de esto es que hay verdad y error en cada etapa del desarrollo espiritual. Con los años, hemos encontrado bastantes personas delirantes que han respondido positivamente a la verdad de lo que enseñamos. A menudo, ellos nos han dado mayor aliento que muchos pastores, profetas y maestros respetados y populares de la iglesia institucional.

Por supuesto, lo que nos gustaría hacer es conseguir que estas personas delirantes aprendan algunas buenas lecciones de personas que son un poco más sanas a los ojos del mundo, siempre y cuando puedan hacerlo sin seguir los malos ejemplos que abundan en el sistema.

La cordura puede representar poco más que un engaño bien disciplinado. ¡Quién sabe cuántos "Napoleones" secretos han ocupado la Oficina Oval en la Casa Blanca o han ocupado posiciones de poder en otros gobiernos del mundo! Si se conociera la verdad, probablemente todos pensamos mejor de nosotros mismos de lo que debemos. Si ocultamos suficientemente nuestros delirios, obtendremos el reconocimiento de otros que probablemente albergan delirios similares sobre su propia importancia.

Sin embargo, si quisiéramos ser verdaderamente grandes y no solo autoengañados sobre nuestra propia grandeza, nos enfocaríamos en el amor y la honestidad, y dejaríamos que Dios se encargue de la grandeza. Descubrimos años atrás que incluso los intentos de alcanzar la humildad tendían a generar una mayor autoconciencia, ya que nos obsesionábamos con lo humilde que nos volvíamos. ¡Qué engaño! Pero cuando nos volvemos tan ocupados simplemente tratando de seguir a Jesús, y cuando llegamos al lugar donde solo queremos tener más y más de su verdad perfecta y su amor perfecto, es en ese entonces cuando nos moveremos hacia reinos de grandeza que nunca podríamos haber alcanzado mientras buscábamos maneras de volvernos grandes o humildes (presumiblemente con el propósito de hacernos grandes).

Con Juan el Bautista, comenzaremos a reconocer que somos sólo "voces en el desierto" (Juan 1: 19-23). Queremos solamente que Jesús pueda aumentar, y veremos la necesidad de "disminuir" nosotros mismos para que eso suceda (Juan 3:30). Jesús dijo de Juan que él era uno de los Dos Testigos (es decir, Elías) de su época (Lucas 7:27). Sin embargo, Juan nunca lo supo.

La credibilidad de Juan proviene de un endoso del mismo Jesucristo. Juan tenía conciencia de la gran responsabilidad que tenía como el mensajero que preparaba a la gente para la venida de Jesús y trabajó en el cumplimiento de su tarea. Pero su énfasis estaba en ser un siervo fiel en obediencia a las instrucciones que Dios le había dado. No era necesario que él tuviera una clara comprensión de cómo se le había referido en las profecías del Antiguo Testamento; y era mucho menos necesario que él hiciera que alguien más se diera cuenta de eso.

Cuando hemos hecho todo lo que Jesús nos ha enseñado a hacer, debemos decir simplemente que somos "sirvientes inútiles" que han hecho (en el mejor de los casos) sólo lo que se esperaba que hicieran (Lucas 17:10). No hay necesidad de elogios o recompensas sólo por llevar a cabo las órdenes. Si lo hacemos fielmente, estaremos mucho más cerca de la grandeza que todos aquellos que sienten que el público en general necesita un pequeño impulso que les recuerde cuán grande es el "mensajero".


Otros Artículos de Interés


COMPARTE ESTO EN TUS REDES:




Para participar en los comentarios, necesitas conectarte a tu cuenta en:
https://www.comovivirporfe.com/login777