fe es sinceridad

Para las personas que han sido sumergidas en la tradición de la iglesia es fácil pensar que nuestro énfasis en la sinceridad y obediencia a Jesús es una divergencia radical de una enseñanza cristiana más fundamental sobre la fe y la gracia. Por esa razón, nos gustaría, en este estudio, concentrarnos en el concepto de la sinceridad y cómo se relaciona al término más tradicional: "la fe".
 
Tolstoi nos relata una historia sobre niños que nadan en medio del océano, y se les ofrece una soga de rescate desde un barco. Dice que si rehúsan la soga, no es por su falta de fe en la soga, sino porque no saben que necesitan la soga. Parece insinuar que las personas podrían tener fe en Jesús y todavía estar pérdidas por no reconocer que necesitan seriamente de él. 

Santiago, en su epístola, también observó que hay una especie de fe que parece ser sin fruto espiritual. Dice que hasta los demonios tienen esta clase de fe. De hecho, "creen y tiemblan". Sin embargo, no produce los cambios necesarios en la manera que conducen sus vidas, entonces es inútil o fe "muerta".
 
Pero, puede ser que Tolstoi y Santiago estén llamando fe a algo que no es, en realidad, la fe, en el sentido que salva vidas y regenera.
 
Ayuda entender que todos tenemos fe... todos los días de nuestras vidas. Tenemos fe en cien cosas diferentes, y cada pedazo de fe que tenemos afecta como actuamos en consecuencia. Si crees que va a llover, actúas de acuerdo a eso. Si crees que alguien te gusta, actúas en consecuencia. Si crees que algo es peligroso, actúas en consecuencia.
 
Pero cuando la Biblia habla de una fe que puede traer salvación eterna, supone que todos entendemos que la fe que se menciona es la fe en Dios.
 
Es un poco como las referencias a la oración. Suponemos que las personas saben que no estamos hablando de orar al diablo o a dioses falsos cuando les animamos a orar. Así que cuando hablamos de la fe en el contexto cristiano de la salvación, estamos hablando de la fe en Dios. Nada menos puede calificar como "la fe".
 
En algunas ocasiones, la Biblia específicamente se refiere a la fe en Jesús. Otras veces se refiere a la fe en Dios Padre. En algunas referencias, (ej. Juan 3:16) no es claro cuál de los dos debe ser el objeto de nuestra fe. A menudo no hay referencia alguna al objeto de nuestra fe (ej. Efesios 2:8). Pero seguramente todos estamos de acuerdo de que tendría que ser la fe en Dios o en Jesús, para que tenga un efecto eterno.
 
Creemos que la fe en Jesús el Maestro, eventualmente llevará a la fe en Jesús el Hijo de Dios. Sin embargo, limitaremos nuestros comentarios en este estudio a la fe en un Dios creador  Todopoderoso (revelado a través de su Hijo o a través de la creación misma).
 
La ilustración de Tolstoi se descompone porque representa a Dios como una "soga" para "salvarnos"; y luego dice que las personas no aprovechan la soga porque no reconocen su necesidad de ella; es decir cuan terriblemente "perdidos" realmente están sin ella.
 
Pero la fe en Dios (en contraste a la fe en un medio particular de salvación) eventualmente nos llevará a agarrar la soga con cada fibra de nuestro ser: porque la fe en Dios nos hará abundantemente conscientes de nuestro dilema humano.
 
Dios, en la ilustración de Tolstoi, es más como el océano inmenso que la soga. Cada pensamiento sobre Dios nos dirige a la eternidad, y a la perfección que siempre estamos tan lejos de obtener. Nos da entender nuestra necesidad completa para la salvación en cada esfera de nuestra vida. Cuanto más los niños creen en la inmensidad del océano, más se van a dar cuenta de que no pueden seguir nadando para siempre y que eventualmente van a necesitar la soga. Se ahogarán sin ella.
 
Ya que es tan fácil seguir con actividades religiosas y a la vez enterrar nuestras cabezas en la arena para escapar de la realidad de nuestra existencia finita, las personas se engañan a sí misma pensando que tiene fe en Dios cuando lo único que tiene es fe en su religión y en su actividad religiosa. Como mucho, la fe religiosa es solo fe en la sombra de la soga verdadera.  La gente pone su fe en sus planes de salvación porque carecen de fe en un Dios real que es más grande que su religión.  Y su religión se vuelve una manera de escapar de esa verdad aterradora.

Cuando Moisés le preguntó a Dios por su nombre, Dios rehusó dárselo. Dijo, "Yo soy el que soy." (Éxodo 3:13-14). Eso debió ser frustrante para Moisés, quien quería un nombre para usar en contra de todos los otros nombres de las otras religiones. Pero el verdadero Dios del universo se enfurece por la práctica ridícula de la humanidad de tratar de encajarlo en una especie de "ídolo" fundamentalista que puede ser vendido en el nombre de aún otra religión. Esta práctica idólatra continúa en el Judaísmo y en el supuesto cristianismo también.
 
La fe en Dios es fe en un poder y una inteligencia que es tan superior a nuestra comprensión que nunca podríamos tener la esperanza de poder entender la partícula más minúscula de todo lo que él representa. Él es la verdad máxima, y somos solo tinieblas en comparación. Nuestra oscuridad clama por ser iluminada por él. Nuestra mortalidad clama por experimentar su inmortalidad. Nuestra debilidad clama por estar en su presencia toda poderosa.
 
Todo esto fluye de una fe en Dios tan naturalmente y espontáneamente como el reflejo de agacharte cuando crees que se ha lanzado una piedra a tu cabeza. Porque creemos que Dios es real, nada más en la vida importa más que conocerlo y ser totalmente amoldado a su voluntad.
 
Obviamente, todos caemos lejos de esa meta. En vez de estar totalmente absortos con Dios, nos volvemos obsesionados con las demandas de nuestra carne - qué comer, qué piensan los demás de nosotros, cómo pagar el alquiler. Pero hacemos esto solo porque no tenemos fe en Dios. Ah sí, intelectualmente accedimos al hecho de que existe, que es omnisciente, eterno, todo amoroso, que un día vamos a morir, y que él es nuestra única esperanza. Pero no nos enfocamos en estas verdades por más que unos minutos a la vez. Peor aún, las ignoramos completamente el momento que nuestra carne pide lo más mínimo de nosotros. Vivimos la mayoría de nuestras vidas con más fe en el dinero, la comida, el sexo, y la popularidad para satisfacer nuestras necesidades, que fe en Dios para satisfacerlas. (Nota: No estamos diciendo que estas necesidades no existen, sino que a menudo dejamos que totalmente ocupen nuestras mentes cuando deberíamos estar principalmente enfocados en Dios.)
 
La fe intelectual es de lo que hablaba Santiago. Él dice que incluso los diablos tienen tal fe. De hecho, Santiago fue más allá. Dijo que los demonios también "creen y tiemblan". Su fe en Dios verdaderamente les asusta. Pero aun así no se arrepienten. No buscan el perdón de Dios por tal indiferencia a su existencia. No intentan cambiar sus caminos. En vez, se vuelven más y más tercos en seguir viviendo de la misma manera.
 
Y esa es una imagen bastante acertada del mundo entero de hoy, excepto que hoy ¡ya han parado de temblar! No quieren ni pensar en Dios. No quieren pensar en la muerte. No quieren pensar sobre las fallas en sus fórmulas a medio amasar de salvación. Y sobre todo, no quieren pensar en las implicaciones de las enseñanzas de Jesús. Lo hemos visto en los religiosos más devotos cada vez que intentamos entablara una conversación sobre las enseñanzas de Jesús.
 
Jesús dijo: "Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas." (Juan 3:19)
 
Aquí es donde vemos el nexo entre la fe y la sinceridad. La fe verdadera responde positivamente a la luz. Busca la luz. Quiere saber la verdad... incluso si la luz muestra que la persona que ejerce tal fe está equivocada. La persona con verdadera fe buscará cambiar conforme a la verdad, en vez de esconderse detrás de ídolos religiosos, dogmas, y tradiciones.
 
Por esta disposición de cambiar, la fe verdadera en Dios eventualmente unirá a todas las personas sinceras en el mundo, sin importar sus varias afiliaciones religiosas.

La Biblia dice que "si andamos en la luz, como él (Dios) está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado." (1 Juan 1:7)

La iglesia de hoy quiere ser limpia de todo pecado sin andar en la Luz. Quiere una doctrina para salvarla sin necesidad de su parte de ser sincera. Y a los líderes de la iglesia no les han faltado imaginación y disposición en crear doctrinas que declaran exactamente eso. La sinceridad se ridiculiza por todos ellos como inútil en comparación al poder salvador de sus varios "artículos de fe".
 
La Biblia dice que si tenemos hambre y sed de justicia, seremos saciados (Mateo 5:6). Pero la iglesia quiere rectitud sin tener esa hambre o sed (esto es, sin buscar sinceramente la verdad de Dios). El resultado es que reciben únicamente santurronería (teológica) de producción en masa.

La Biblia dice que los puros de corazón verán a Dios. Pero la iglesia enseña que podemos ver a Dios, no por examinar nuestros pensamientos y motivaciones para asegurarnos que son puros, sino por simplemente realizar un ritual purificador que dicen que hará puro nuestro corazón en los ojos de Dios, sin importar cuan impuro pueda seguir estando en nuestras vidas diarias.
 
Lo único que se necesita, dicen, es fe ciega en la doctrina, fe ciega en la institución, fe ciega en la jerarquía, fe ciega en el ritual, y funcionará. La fe en un Dios que es más grande que todas estas cosas no es necesaria. De hecho, tal fe sólo llevará a dudas sobre la verdad de los ídolos que nuestros líderes religiosos nos han servido, y por ende debe ser considerada peligrosa, sino malvada. Cualquier persona que enseña tal fe debe ser considerada un hereje... tratando de "ganarse el cielo" por medio de cosas como la sinceridad.
 
Bueno, esa es la elección que tienes... una fe que lleva a la completa sumisión ante Dios, o una fe que lleva a ver la sumisión ante Dios como un grave peligro.  Solo una fe te salvará; y si crees en Dios, la elección es fácil.


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