Uno de los primeros requisitos para la fe es tan raro que casi no existe en el mundo hoy en día.  Se trata de un aspecto de la sinceridad que a menudo es difícil de comunicar a otras personas.  El problema parece ser que uno puede hablar sobre la sinceridad, oír a Dios, la humildad, etc., en términos teóricos y nunca enfrentar el hecho de que no estamos dispuestos a oír a Dios decirnos algo que no queremos oír. Cuando sucede eso, es dudoso si realmente tenemos una verdadera relación con Dios. La sinceridad, humildad, fe... todas valen poco si tu "dios" no puede decirte algo que no quieras oír.

Ya que Dios nos ha dado una voluntad libre, no nos forzará a oír algo que no queramos oír. Así que la iniciativa cae totalmente con cada uno de nosotros. Si continuamos cerrando nuestros corazones y mentes a la corrección en asuntos donde nuestra voluntad esté terca, entonces nuestra propia voluntad se convierte en nuestro dios.  Como por resultado el Dios verdadero, quien creó al universo, es echado afuera.

Así es como muchos "cristianos" han llegado a creer que están siguiendo a Jesús aun cuando se puede mostrar objetivamente que ni siquiera saben lo que el Jesús de la Biblia ha mandado a sus seguidores. La explicación para esta hipocresía extrema es que no han permitido al Jesús de la Biblia decirles cualquier cosa que no querían oír (ej. casi todo lo que enseñó Jesús).  A la misma vez, se imaginan o pretenden oír mensajes de Dios que en realidad han llegado desde sus propias voluntades. La voluntad de ellos y la voluntad de Dios son vistas como iguales. Si por alguna circunstancia desafortunada están forzados a cambiar sus pensamientos sobre algún tema, sólo entonces dirán que Dios les mostró que estaban equivocados. Pero no se abrirán voluntariamente a que Dios les diga que están equivocados antes que las circunstancias hagan obvio su error.

Claro, lo mismo puede suceder con cualquiera de nosotros.  El hecho de que podamos mostrar ejemplos de cómo los demás han cerrados sus mentes a Dios no significa que nosotros mismos tenemos nuestras mentes abiertas a su voluntad.  Lo importante no es el error de los demás sino nuestra propia disposición en hacer lo correcto.

Parece ser necesario alentarse antes de poder oír a Dios sinceramente con humildad. Debemos recordarnos que muchas de las cosas que Dios tuvo que enseñarnos en el pasado fueron cosas a cuales reaccionamos con temor cuando las escuchamos.  Nos podemos sentir amenazados y humillados por las cosas que Dios verdaderamente nos comunica durante esas pocas ocasiones raras cuando nos abrimos verdaderamente para escucharlo a él.

Claro, ya que Dios es más sabio que nosotros, él querrá comunicar algo que todavía no conocemos. Es probable que lo que más querrá comunicar son las cosas que estamos menos dispuestos en oír. Es verdad que a veces las cosas que Dios comunica confirman algo que ya creíamos ser cierto. Pero las cosas más difíciles de enseñarnos serán aquellas que van en contra de nuestros propios prejuicios y en contra de nuestros instintos egoístas. Debe haber volúmenes de cosas que Dios quiso comunicar pero que nunca pudimos oír, simplemente porque no le "dimos permiso" en comunicarlo. Salvo que dejemos todos nuestros prejuicios sobre el altar antes de pedirle que nos hable, estaremos "tapándole la boca" y sólo podremos percibir su voluntad (a lo mejor) por medio del vidrio nublado de nuestra voluntad egoísta, terca, orgullosa y perezosa.

Ésta es una lección de mucha importancia y una que bloqueará o abrirá mundos enteros de revelación, dependiendo de nuestra decisión a tomarlo en serio. ¿Cuánto estás abierto a que Dios te diga que estás equivocado, y que has estado, como Saulo de Tarso, luchando en contra de las mismas cosas que él ha querido mostrarte?

Algunas de las mejores revelaciones que se han recibido han llegado durante tiempos en cuales el creyente pudo encontrar el coraje de casi desafiar a Dios en comunicar algo que el creyente había estado resistiendo. "¡Vamos, muéstrame dónde estoy equivocado!" "¡Pruébame! Y haré todo en mi poder para aceptar cualquier cosa que digas, sin importar cuánto duela." Ahí entonces, Dios ha hablado y se ha descubierto cómo de difícil es aceptar lo que Dios dice.

Ese es el tipo de desafío que Dios busca. Él quiere oírte estar de acuerdo en humillarte delante de tu peor enemigo, sacrificar a tu único hijo, cortarte la mano o sacarte un ojo, renunciar todo lo que tengas, o cualquier otra cosa que te pueda pedir, mientras que te mande hacerlo. Si quieres su sabiduría (en vez de tus propias imitaciones absurdas), entonces abrirte a Dios de esta manera es lo que debes hacer... constantemente.

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